¡Galope!
Hipotética
ficción
De Luis Quinteros
Esta obra fue
beneficiada en el certamen “Córdoba en la
Independencia - Una visión teatral del Bicentenario” organizado por el
Banco de Córdoba. Jurado Enrique Papatino, Daniel Dalmaroni y Silvia Villegas.
Marzo 2015.
Estrenada en
la Sala Mayor de La Ciudad de las Artes, de la Ciudad de Córdoba- Argentina, en
junio de 2015 con el siguiente equipo artístico- técnico:
Actúan:
Rafael Rodríguez
Fernando Castello
Diseño Lumínico y Ambientación Sonora:
Lucas Solé
Diseño Escenográfico:
Natacha Chauderlot
Asistencia de Dirección:
Florencia Cisnero Márquez
Asesoramiento Físico- expresivo:
Walter Cammertoni
Intervención Plástica:
José Quinteros
Intervención en Vestuario:
Edgar Tula
Audiovisual:
Pablo Olivier
Texto:
Luis Quinteros
Dirección:
Beatriz Diebel
- Publicación de la obra en libro de
recopilación de las obras premiadas en el Concurso “Córdoba en la
Independencia - Una visión teatral del Bicentenario” organizado por el
Banco de Córdoba. Año 2015
1- Hombre herido:
Mestizo: La
luna congelada brilla más que nunca ahí arriba. De nuestras bocas, el aliento
caliente sale. Por la orilla del río vamos los dos solos, el agua espeja la
luna. Acompaño al gobernador depuesto. Huelo su tristeza, como todo mestizo
lugareño, conozco estos caminos y mi olfato no falla, es lo mejor que tengo,
huelo los sentimientos, la muerte y la sangre. Resplandece la luna y avanzamos,
sin decir nada, por el borde del Río Primero. El hombre y su derrota, el héroe
y su herida más profunda. A cada paso percibo su cansancio, su derrumbe. No
quiero molestar, no quiero invadirlo a preguntas, no quiero que pierda su lustre.
Por suerte nadie lo está viendo, solo yo, que soy como su sombra, solo yo, que
lo acompañaré hasta que mi aliento diga basta. Lo miro y lo admiro. Me da pena
que se desmorone, que se desbarranque. Lo escolto, lo protejo, lo dejo hablar entonces…
Juan: (Delirando) Amada mía ¿Te volveré a ver? Tengo mucho miedo de que no. Me
duele en el alma, me duele más que las heridas de la batalla. Si sólo pudiese
decirte esto ahora, antes del final. Me gustaría escribirte una carta pero
tengo el brazo herido, si me bajo del caballo no sé cómo voy a hacer para
volver a montar.
Siempre sigo adelante, hasta las últimas consecuencias,
mi amor.
Como no voy a luchar si poseo una mujer como vos a mi
lado. Como no voy a querer cambiar el orden de las cosas, si estas tierras
serán las mismas que tendrán nuestros hijos, nuestros nietos. Tengo un
presentimiento que me aqueja, el final. Estoy muy solo, necesito tus caricias.
No le temo a la muerte, le temo a lo desconocido y al olvido, amada mía, amor,
amor, amor…
Mestizo: ¡No
se duerma mi amigo! que se puede caer.
Juan: No
me estoy durmiendo, imposible hacerlo en la montura, al paso.
Mestizo: Pero recién hablaba solo, como entredormido.
Hay un olor ¿Lo siente?
Juan: Pensaba
en voz alta. La noche fría apacigua. La palabra sale sola por la boca como el
vapor del aliento.
La luna brilla demasiado, eso nos juega en contra.
No, no huelo nada. Estoy perdiendo el olfato eso es
una mala señal.
Mestizo: El
aire frío de la noche adormece, el paso sobre la montura apacigua el cuerpo. El
andar más lento, cuatro tiempos. Pie izquierdo, mano izquierda; pie derecho,
mano derecha. Uno, dos, tres cuatro. Andar marchado…como una marcha. Usted sabe
de esto, capitán en Buenos Aires durante las invasiones inglesas. Teniente coronel
de Arribeños. Coronel, cuando cayó el Primer Triunvirato. Coronel Mayor del
Ejército Auxiliar del Perú. Actual brigadier general, usted conoce muy bien las
marchas ecuestres gobernador.
Juan: Para tener esos rangos hay que tener
ejército, subalternos o soldados a cargo, míreme ahora, solo en el medio de la
nada. Sin gobierno, sin el pueblo, solo…no me diga gobernador, llámeme Juan,
simplemente Juan.
Mestizo: Bueno, estoy yo, que aunque mestizo,
soy alguien. Eso sí, no podría pertenecer al cuerpo que usted comanda, tengo
uno para mí, así es como se organizan los ejércitos, distintos grupos para el
mismo bando, pero en esta noche oscura y luego de la derrota, hemos quedado
usted y yo, solos ¡Ese olor es insoportable!
¿Qué le
pasa? ¡No se caiga! ¿Qué tiene? ¿Qué es eso? Disculpe señor, no quise decir
derrota... ¡No se me caiga! ¡Juan! ¡Muéstreme su brazo!
Juan: No tengo nada, déjeme.
Mestizo: ¡Sangre! Está perdiendo mucha sangre.
Juan: No, es mugre, en La Tablada me
caí... durante la batalla…No es nada.
Mestizo: Yo lo puedo curar, estire el brazo…
déjeme ver, confíe. Puede perder el brazo, quedarse manco. No sería bueno que en
el futuro haya dos mancos en la historia de estas tierras.
Juan: Estoy bien, no voy a perder el
brazo, es una lastimadura superficial, el sangrado ya paró…sigamos. Deberíamos
encontrar al tigre…
Mestizo: No me llevo bien con los felinos, sobre
todo los grandes...
Juan: Me refiero al “tigre de los
llanos” digo que deberíamos encontrarlo, para organizarnos ¿Usted sabe hacia
dónde vamos?
Mestizo: Yo
me oriento fácilmente. No me pregunte cómo lo hago, lo sé, soy de esta tierra.
Tengo los sentidos a mi favor, el mestizaje lo hizo posible. Puedo sentir el
peligro mucho antes que yo mismo pueda verlo.
Lo que es inaudible para usted, yo lo puedo escuchar: pisadas, trotes,
galopes, ruedas, todo eso que se transmite por la tierra, y por aire: silbatos,
voces y tormentas…
Juan: Estoy
perdiendo el olfato y el oído, me parece. Pero la vista la tengo intacta.
Mestizo: Entonces,
hacemos un buen equipo. Usted es un militar bien entenado, con buen ojo y yo
soy un mestizo con el oído y el olfato afilados.
Juan: Abandoné
la gobernación y el pueblo, llevándome armas y caballos, convencido de que era
necesario demorar el enfrentamiento y esperar al Tigre, hice tiempo para que
llegue y me ayude a conservar la ciudad,
pero el Manco se adelantó y me atacó. Otro enfrentamiento de unitarios y
federales. Fue una contienda difícil y estaba decidido a poner el cuerpo en la
batalla hasta las últimas consecuencias, estoy dispuesto como siempre, aunque
me encuentre herido y desorientado…Me encuentro al borde del precipicio,
esperando… ojalá que le haya llegado al Tigre la misiva enviada…
Mestizo: No
me tiene que dar ninguna explicación, yo estoy acostumbrado a obedecer a mis
superiores, como mestizo apoyo la causa federal. Descanse mi general, yo puedo
hacer guardia mientras andamos, por si aparece algún depredador. Puedo
descansar mientras permanezco alerta ante cualquier peligro.
Juan: Usted
también tiene que dormir.
Mestizo: Yo
me arreglo, descanso por momentos, andando. Después con tumbarme unos minutos
me alcanza. No estoy herido como usted, descanse general, descanse, descanse…
El mestizo silva
para que Juan se duerma.
Juan: (habla dormido) Quiero tocarte, aspirar tu aliento, sentir tu cuerpo aquí
cerca del mío, tomar tus manos y besarte es una realidad que necesito ahora.
Tengo mi cerebro lleno de tenebrosos pensamientos y mi corazón sangrado de
dolor… ¡¿Qué pasa?!
El Mestizo
trota.
Mestizo: Trote,
trote mi general. Como usted sabe a dos tiempos, uno, dos…uno, dos…simétrico y
saltado, quédese sentado pero siga el movimiento con la cadera, el brazo le va
a doler, pero es necesario trotar y alejarse, yo sé por qué se lo digo.
Juan se suma
al trote del mestizo.
Uno,
dos…uno, dos. Todos mis sentidos están alerta, el peligro anda cerca y estamos solos
usted y yo. Es mejor alejarse, al menos por ahora.
El trote se va
calmando.
Mestizo: Qué
larga se está haciendo la noche.
Juan: Todo
el tiempo es noche en nuestro país. No vislumbro ni un rayo de luz en esta hora
de penumbra de la historia.
Mestizo: Lo
espera su esposa general, y su familia. A mí no me espera nadie. Pertenezco al
campo de batalla.
Juan: Se
siente la soledad después de una derrota. Se recuerda a la mujer amada más que
nunca.
Mestizo: Lo
escuché hablando dormido.
Juan: Mi
amada esposa, una dama, antes de que todo se desmorone, se vistió de caballero
para traspasar la guardia de mi despacho de gobernador y estar conmigo. Si
fuera por ella estaría acá, en esta noche fría a merced del peligro.
Mestizo: Las
mujeres guerreras, he sabido que entre mis antepasados han comandado grupos.
Juan: He
compartido fogones con los soldados y sus chinas, ya fueran sus mujeres o sus
amigas. Ellas son fuertes, visten
ponchos, gorra de cuartel, a veces hasta llevan sables haciéndose valientes en
base al sufrimiento. Siendo el paisano un hombre rebelde a toda disciplina y
sensible al hogar, es necesario conservárselo, aunque sea en forma errante.
Mestizo: Cuántos
han perecido solos, en la batalla. A cuántos nos espera ese destino. ¿Escuchó
eso?
Juan: No,
me parece que no escucho bien.
Mestizo: Yo
oigo perfecto. Vamos a tener que galopar mi general, el brazo le va a doler
pero se las va a tener que aguantar.
Juan y el
Mestizo galopan. Juan grita de dolor.
Mestizo: Tres
tiempos más la pausa. Uno, dos, tres, pausa; uno, dos, tres, pausa... La pausa
es el momento de suspensión, los cuatro cascos en el aire, suspendido…volando, abarcando
el máximo terreno posible. Uno, dos, tres, pausa; uno, dos, tres, pausa… Uno,
dos, tres, pausa; uno, dos, tres, pausa.
Juan: La
voz del enemigo a mis espaldas, la patrulla enemiga que llegó a verme, a
vernos. Estamos indefensos, sin ejército, somos una presa fácil, prisioneros de
guerra no queremos ser. Trotamos, galopamos, nos alcanzan, nos rodean, rodearon,
me exigen, me exigieron entregarme, amenazantes. En ese terrible instante de
vida o muerte, nos hicimos uno. Yo
decidí por los dos y saltamos unidos en un solo cuerpo.
Juan y el
Mestizo galopan al máximo.
Última
suspensión.
2- Hombre-caballo desbarrancado:
Mestizo: El
poncho me encegueció y sentí las espuelas en mis ijares, salí al galope sin
dudarlo, esa fue la orden. Los muslos sobre mi lomo me estrangularon la
respiración ¡Vamos amigo! dijo él. Y salimos como un centauro, mitad hombre,
mitad caballo, sin riendas… Uno solo saltó por sobre el borde de la barranca del
río, desbarrancándose, desbarrancándonos. Fue un acto reflejo, de
supervivencia, nos rodearon, la vida o la muerte. Él estaba herido. Sobre mi
capa, sobre mi pelaje, se escurrían la sangre, su sangre caliente. Ahí hicimos
el pacto otra vez… ya habíamos sido uno solo…otras veces. Mi cabeza desapareció
hasta el cuello, dándole lugar a su torso desnudo y musculoso. La crin lacia de
mi cabeza fue ocupada por una melena negra rizada. Sobre mis carrillos creció
una barba oscura unida a la cabellera y al bigote. Una cara por otra cara, el mismo instinto,
los ojos vidriosos de un solo animal, la boca húmeda de excitación y el olfato
apuñalado por la muerte próxima.
El
ponchó cegó mis ojos y ahí fuimos uno, mis piernas… mis patas castigaron el
camino de tierra, fuimos centauro y saltamos por encima del borde de la
barranca, volamos por sobre el declive y pensamos en la inmortalidad antes de
sentir las piedras en nuestros cuerpos. Cabalgamos el aire… Cuando mis cascos
se quebraron, volvimos a ser dos, mestizo y Juan, volví a sentir la montura. El
silencio de la noche se cortó con un sonido gutural de dolor. El pecho de Juan
se hundió con mi propia cabeza, mi cerviz aplastó su esternón y tocó su
corazón. Mis huesos se quebraron,
Juan: ¡Dimos
contra los pedruscos de la orilla del Río Primero!
(Silencio)
Mestizo: Cuando
un caballo cae mal herido o se quiebra alguno de sus miembros, es difícil que se
pueda levantar, su dueño o amo tiene la obligación, como pacto tácito, de
sacrificarlo, para evitar su sufrimiento.
(Silencio)
Mi cola baila con el agua del río, mis cascos están
rotos, separados de mis patas, una piedra debajo de mi vientre arquea mi
cuerpo, toco con mis orejas el agua, no me puedo mover, no puedo decir nada
porque soy caballo, no puedo montarme en lo mítico porque ya no soy centauro.
Soy el mestizo y lloro como cualquiera, las lágrimas inundan mis ojos… La noche
es negra, esto nos protege, pero igual puedo ver los ojos vidriosos de Juan por
el brillo de la luna que revota sobre el agua de su mirada. Nos miramos y
lloramos sin decir nada ¿Quién sacrifica a quién? Me voy alejando sin dolor
mientras Juan me acaricia la cara. Un caballo no habla pero puede pensar… “Hasta
siempre Juan, acá se acaba, nos vemos en el monumento” es la frase que pasa por
mi cabeza. Yo me alejo, él se aleja rengueando, agazapado por el agua del río,
entre las piedras.
(Silencio)
3- Hombre herido y a pie:
Juan: Entre
las piedras busco la oscuridad, me refugio, me protejo. Todavía vivo, no puedo
respirar bien, el impacto de la cabeza del mestizo me hundió las costillas.
Todavía veo sus ojos vidriosos, no emitió ningún sonido para no llamar la
atención el pobrecito. La patrulla anda por la orilla del río, arriba mío,
sobre el camino. La luna se refleja en el cauce. Me muevo con dificultad,
rengueo. Los otros dolores se fueron porque el del pecho es una tortura mayor.
Me muevo dos metros y me detengo, miro
hacia atrás, el cuerpo del mestizo yace acostado, arqueado sobre una piedra,
los pelos de la cola y de la crin danzan con el agua. Por suerte ya se fue. Me tomo el pecho con los
dos brazos heridos para apaciguar el dolor, necesito respirar, recuperar el
aliento, con cada inhalación me duelen hasta las mandíbulas. Las clavículas y
los hombros se crispan cuando el aire quiere salir. ¡Juan! ¡Qué hombrecito
insignificante sos con la muerte pisándote los talones!
Juan inhala por la boca, su pecho se hincha sus
intercostales se levantan y no puede exhalar.
Mestizo: Quédese
quieto, siéntese ahí…están muy cerca. Van a demorar en bajar, la pendiente es
muy vertical hacia el río. Respire, respire lento, tranquilo…mientras murmura
sus rezos, respire, no se olvide de hacerlo, de a poco, eso…me gustaría
acompañarlo en las oraciones pero soy caballo y no sé rezar.
Juan exhala y
llora.
Juan: Estás
delirando Juan…mala señal. Escuchar voces es mala señal, ¡Qué pequeño me
siento!
Mestizo: Soy
yo, el mestizo…rece, ruegue, hable con Dios... pero no pare de respirar, aunque
le duela. Estoy acá, cerca de usted, lo escolto, lo cuido. Soy su caballo, el
mestizo. No lo voy a dejar ahora.
Juan: Esto
no es real, los caballos no hablan. Perdí el juicio… pero soy consciente de
todo.
Mestizo: Confíe
en mí, soy su ángel guardián, tenga fe. Esto no tiene lógica, no lo va a poder
explicar sin que piensen que está loco. Si esto queda en los libros de historia,
podrían confundirlo todo.
Juan: Tengo
frío ¿Dónde quedó el poncho con el que te tapé la cabeza antes de saltar?
Mestizo: No
debe estar muy lejos. Tengo una vista panorámica, un ojo de cada lado de la cara, es probable
que usted encuentre el poncho antes que yo.
Todo
mi cuerpo es un receptor de sonidos, todo lo que es transmitido por el aire me entra por los oídos
y todo lo que viene por la tierra lo recibo por los cascos de manera amplificada.
Mis orejas giran cuando escucho algo amenazante
que se acerca y empiezo a inquietarme. La patrulla está cerca, muévase general,
camine por favor, no deje de hablar pero camine y respire mientras las palabras
salen de su boca con el vapor. Lo sigo por detrás.
Juan susurra
como perdido.
Juan: Los
indios merecen buen trato, como mínimo y alguna posibilidad de ganar su pan
todos los días. Los paisanos necesitan que se los deje ingresar naturalmente al
conjunto de los pueblos con sus dichos, sus creencias, sus ocupantes y la
nobleza de sus corazones. Prefiero el primitismo indígena y la intuición del
paisano, al nutrido cerebro de los lúcidos que no alcanzan a comprender otras
necesidades y formas de ser.
Acá
está el poncho, por suerte lo encontré, tengo la cabeza congelada, eso es mala
señal.
Mestizo: Con
el olfato, el oído y el tacto puedo anticiparme antes que con la vista. El
sentido del tacto mi general en el fundamental para los caballos, desde que
nacemos, nuestras madres empiezan a tocarnos y a hablarnos, aprendemos rápidamente
a relajarnos y a protegernos apoyando nuestro cuerpo de potrillo contra el
cuerpo de nuestra madre, buscamos esa misma comunicación por el resto de
nuestras vidas en relación con nuestro jinete.
Juan susurra
como perdido. Llora.
Juan: Mi
querida madre ¡Qué sola te quedaste cuando yo era un chiquito!
Mestizo: Juan,
no llore, por favor no llore, yo sé que está cansado y con gusto lo llevaría sobre
mi lomo pero mi cuerpo quedó en el río. Le puedo dar ánimo para que no deje de moverse
mi general, la patrulla está cerca. Aprovechemos la bruma del amanecer para
alejarnos.
Juan: Déjeme solo, usted se quedó en el
río, su cuerpo quedó ahí.
Mestizo: Mi
cuerpo sí, pero no mi sombra. Soy su sombra, mi misión es cubrirle la espalda,
usted es un héroe y será un prócer de esta tierra. Usted es necesario general.
Juan: Yo soy un simple criollo.
Mestizo: Yo soy un simple mestizo.
Juan: Somos de esta tierra, los dos.
Mestizo: Pero
no somos lo mismo. Los mestizos, los mezclados no somos como ustedes.
Juan: Con el tiempo, eso va a cambiar.
Mestizo: ¿Usted
cree?
Juan: Los
gobiernos deberían hacerlo posible. Yo
lo intenté, Dios sabe que así lo quise.
Mestizo: Como
caballo lo he acompañado en las contiendas en las que se ha enfrentado, soy
fiel. Me adapté a usted. Me puse a sus órdenes.
Juan: Nuestros
antepasados vinieron del viejo continente, pero usted y yo nacimos en estas
tierras. Los españoles trajeron a los caballos domesticados de Europa para
poblar este continente…De ahí viene usted, como yo, de los que vinieron de
allá.
Mestizo: Los
caballos volvimos a este continente de dónde somos originarios. Nosotros
estábamos antes acá, antes que ustedes, los criollos.
Juan: Eso
es absurdo…
Mestizo: Según
parece, nosotros estuvimos en este continente hace miles de años. Luego nos
extinguimos, no se sabe cómo, pero antes pasamos desde Norteamérica a Eurasia y
África cruzando el puente de Beringia, bien al norte mi general, arriba de
todo.
Juan: No
hay pruebas de eso.
Mestizo: Con
el tiempo habrá. Se encontrarán huesos y se sabrá la verdad. No mis huesos que
quedaron en el Río Primero, sino otros, que permanecen más abajo, adentro de la
tierra de este continente que pisamos y por el cual nos peleamos…
(Pausa)
Juan se
desvanece lentamente.
Un
caballo tiene doscientos cinco huesos. La columna vertebral está compuesta por cincuenta
y un vértebras. La diferencia entre nosotros dos, es que yo no tengo
clavículas…
Juan: (entre
susurros) Me duelen las clavículas cuando respiro…
Mestizo: (subiendo el volumen)…Mis patas se unen
a la columna mediante poderosos músculos, tendones y ligamentos que sujetan las
escápulas.
Juan: (entre susurros) Me duele el brazo
derecho…
Mestizo: (casi gritando) Yo no tengo rodillas
sino carpos, que son más parecidos a los huesos de sus muñecas. Los huesos
inferiores de mis patas se corresponden con los huesos de sus manos o de sus
pies. En las extremidades delanteras, el cúbito y radio están unidos en un
único hueso, al igual que la tibia y el peroné lo que me impide girar
lateralmente las manos y los pies.
Juan: (entre susurros) Creo que me voy a caer,
se me aflojan las rodillas…
Mestizo: No
tenemos músculos en las patas por debajo de las rodillas, sólo piel, tendones,
ligamentos, cartílago y huesos, y un tejido córneo en los cascos para
amortiguar los impactos.
Los cascos son fundamentales para la estructura de las
patas, son el equivalente a las puntas de los dedos en los humanos, en el
interior hay cartílago y otros tejidos blandos y el exterior, están formados
por un tejido córneo similar a las uñas de los hombres.
Juan: ¡Basta! ¡Cállese por favor!
(Silencio)
Mestizo: Le
pido disculpas general, lo hago para mantenerlo despierto, no debe dormirse,
los golpes que tiene no lo dejarían levantarse de nuevo si se deja caer, el
frío haría el resto. Es necesario que usted se aleje de la zona peligrosa. Lo
estoy ayudando, quiero ser la sombra que lo acompañe.
Juan: Me
ayudaría si me dejara en paz. Usted quiere que me aleje pero si me sigue
hablando me detengo a escucharlo y no emprendo la marcha. Necesito que me deje
solo.
Mestizo: Usted
se arrojó por el barranco, usted lo decidió y obedecí. Tenemos un acuerdo
tácito y no tengo reparo a la hora de responder por su vida o dar la mía por la
suya. Déjeme terminar mi misión, quiero ser la sombra de un hombre importante.
Juan: Soy
un hombre común, un criollo nacido en estas tierras, quinta generación pura de
españoles nacidos en este país.
Mestizo: Yo
soy un mestizo también nacido aquí, no sé cuándo empezó mi mestizaje. Al igual que los hombres mestizos, los
caballos de mi tipo, somos y seremos ignorados a lo largo de la historia. Desde
la antigüedad, no somos dignos de la alta sociedad. Por este motivo es que
desde siempre, al igual que los mestizos humanos, fuimos, somos y seremos destinados
para trabajos pesados, trasporte de esclavos, de indios y de basura. Los
caballos mestizos somos animales con características diferentes a los caballos
de raza, somos toscos, un poco más petizos y muchos tenemos varios colores en
nuestro pelaje. Pero contamos con una fuerza verdaderamente y resistencia
extraordinarias y nuestra velocidad no es muy diferente a la de los caballos
pura sangre.
Lo que no todos saben, es que los caballos puros son
el resultado de varias cruzas entre los caballos mestizos.
(Silencio)
4- Hombre a pie deja su tierra:
Juan: Con
el amanecer de un día de junio llegué hasta la casa de un quintero, los criados
me auxiliaron y buscaron una curandera india que calmó mis dolores, limpió mis
heridas, me vendó el pecho y las costillas rotas, con infusiones bajó mi fiebre
y me hizo descansar. El mestizo me dejó tirado en la puerta del caserón y
cuando los perros empezaron a ladrar desapareció, a partir de ese momento no
puedo emitir palabras, no salen de mi boca, me comunico con señas. Con el mestizo que solo existe para mí, si
puedo hablar, con el resto de las personas vivas no, muevo la boca para decir
algo y no sale sonido alguno.
Después
de unos días, mis parientes y amigos me buscaron para llevarme lejos de mi
tierra, a un lugar donde tendría asilo. Por los dolores de mi cuerpo no podía
soportar el paso del caballo así que
caminé lentamente durante días, a mi lado la presencia del mestizo seguía mis
pasos, mientras yo desandaba el paisaje que me vio nacer por última vez, una
lagrima se congeló en mi mejilla y el dolor del pecho se agudizó.
Casi como un canto o una oración.
Mestizo: Necesitamos
un héroe, un prócer para no olvidar. Para no perder las esperanzas de que las
cosas pueden cambiar. Para reescribir la Historia o releerla. Siempre tiene que
haber un olvidado, un subversivo, un estampado, un quebrado, un desvalido, un
incomprendido, un ícono, un símbolo.
5- Hombre desterrado abandona
su cuerpo:
Juan: Rodeado
de mis mujeres, hermosa esposa mía, mis adoradas hijas, mi fiel hermana. Lejos
de los hombres de mi linaje… mi padre se fue cuando yo tenía siete años, mi
hijo está del otro lado del océano…Yo Juan Bautista, abandono mi cuerpo. No siento
los brazos, no los tengo, como los dibujos que quedarán de mí, solo la cabeza y
los hombros, como los bustos que se harán algún día, tengo el pecho hundido.
Mestizo: Busto,
es una representación artística de la parte superior del cuerpo humano que incluye
la cabeza, los hombros, el nacimiento de los brazos y el pecho, o parte de él.
No se considera un fragmento parcial de una obra, sino que es, en sí mismo, la
obra completa.
Juan: Abandono
para ser leyenda, para que me olviden y me recuerden, para que me amen y me
odien, para que hablen de mis aciertos y mis errores, para que me juzguen,
entierren y desentierren, y me hagan resucitar, no al tercer día, sino cuando
haga falta.
Mestizo: Los
bustos se colocan en las plazas, los museos, las escuelas, los edificios
públicos, las bibliotecas… Hay en los bulevares, las avenidas, las veredas, dentro
de las vitrinas y las vidrieras.
Juan: Me
elevo sobre la cama, y veo la habitación donde yace mi cuerpo vencido,
debilitado. Las faldas sobre los miriñaques se abalanzan sobre la cama, sobre
mis piernas flacas y mis brazos huesudos. Las manos pálidas con mantillas de
encaje negro se posan sobre mis costillas quebradas y mi pecho derrumbado. Yo
no siento esas caricias, solo me elevo y mi cuerpo se acomoda sobre el lomo del
mestizo que sube como si tuviese alas, como si fuese un unicornio. Ambos
resplandecemos como una luna de junio.
6- Hombre homenajeado:
Juan: Acá
estamos sobre un pilar oscuro y brilloso. Un monumento ecuestre…
Mestizo: ¡Qué lindo nombre!
Juan: El revisionismo nos sacó de la
sombra y nos expuso.
Mestizo: A
usted lo sacaron de la sombra, yo soy uno más, un mestizo más.
Juan: Yo
no hubiese sido nada sin vos. Ninguno de nosotros actuamos solos.
Mestizo: ¿Ningún
prócer quiere usted decir?
Juan: Ningún
hombre. Yo siempre dije que juntos podemos cambiar las cosas, separados nunca.
Mestizo: Me dejó tirado en el río mi general,
agonizando.
Juan. No
podía hacer más, la patrulla me pisaba los talones, vos no te movías. Ahí te
quedaste con el cuerpo quebrado.
Mestizo: En el río me quedé.
Juan: Al
río yo volví… vuelvo cada tanto, cuando me aburro, ese fue mi final.
Mestizo: Pero sus huesos lejos quedaron.
Juan: Dicen
que pasearon mis restos por las calles de esta ciudad ¡Cómo cambió desde la
última vez que estuve por acá! Anunciaron
que mis huesos se retirarían de la iglesia Santo Domingo, de esa ciudad lejana,
para traerlos acá, a la ciudad que goberné.
Mestizo: Hicieron
bien en ponerlo en una iglesia católica, apostólica y romana. Es la religión
que usted determinó en su constitución, como única religión del estado.
Juan: Fue
una estrategia, los credos tienen su poder, la economía se vincula con los
hombres, con los dioses y con las sagradas escrituras.
Mestizo: Sus
restos retornaron a su tierra, de alguna manera es como resucitar.
Juan: Tal vez sean míos, tal vez no.
Mestizo: Había
una lápida en la iglesia Santo domingo, colocada justo arriba de su cuerpo enterrado,
Cómo no van a ser suyos mi general.
Juan: Pudo
haber sido simbólica, como las cruces de una fosa común, de las tantas que
hubo, de las tantas que hay.
Mestizo: Da
lo mismo, no importa, en definitiva los huesos son restos de otra cosa que ya
no está. Es necesaria la reparación a través del homenaje. Es necesario este
monumento.
Juan: ¿Para
quién?
Mestizo: Depende
desde dónde lo mire mi general.
Quieren
colocarlo, es decir depositar sus restos, junto a los huesos del Manco, en la
Catedral de la ciudad... No es una broma, le juro que no lo es.
Juan: Por
suerte, no sé si son míos.
En
el monumento erigido en homenaje a mi persona dice:
Juan y el
Mestizo leen juntos.
General
Juan Bautista Bustos…Fue elegido como primer gobernador constitucional de la
Provincia de Córdoba por la Asamblea Provincial…Luego fue reelecto… Durante su
gobierno promulgó el reglamento Provincial (primera Constitución Provincial)
formó la junta Protectora de Escuelas, reacondicionó y entregó al taller de la
Universidad la imprenta y creó el Superior Tribunal de Apelaciones de la
Justicia.
Mestizo: Usted
sale bien, con mucha presencia. Yo estoy con la mano izquierda levantada, como
si fuese justo el momento anterior a la suspensión,
en el aire, la detención del galope, el momento previo al vuelo. No me gusta
mucho mi cara, parezco asustado, por ahí hubiese sido mejor salir con la cara
cubierta por el poncho, antes de saltar
al barranco…
Juan: Con
el poncho sobre tus ojos, parado en tus dos patas y la boca abierta con expresión
de relincho, al ataque, yo haciendo equilibrio clavándote las espuelas, con los
brazos abiertos, en una mano el poncho tenso tapando tus ojos y en la otra las
riendas tensas para el salto final.
Mestizo: Los
dos juntos, fundidos como un centauro: criatura con la cabeza, los brazos y el
torso de humano y el cuerpo y las piernas de caballo. Pero los centauros son seres
salvajes, sin leyes ni hospitalidad, esclavos de las pasiones animales y no se
podría vincular a un prócer con eso.
El
homenajeado es usted, el resto es decorado.
Juan: Yo
quedé en el río primero.
Mestizo: Yo
también, ahí nos quedamos.
Juan y el mestizo
se miran por única vez en el final.
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