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martes, 30 de junio de 2015

Mariposa de pies descalzos














Mariposa de pies descalzos
De Luis Quinteros


Obra ganadora del certamen de dramaturgia “Nuestro Teatro” organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina.
Jurados: Lautaro Vilo, Virginia Innocenti, Cristina Merelli, Andres Bazzalo y Roberto Perinelli. Estrenada en el Ciclo homenaje a Teatro Abierto.
Estrenada en Teatro El Picadero, con dirección de Laura Yusem
y actuación de Ingrid Pelicori. Mayo de 2014.
Reposición: junio de 2015. Teatro Patio de actores. Buenos Aires.




Obra ganadora del 1° premio en la región Centro-Litoral.
16º Concurso Nacional de Obras de Teatro -Dramaturgia Regional- del Instituto Nacional del Teatro.
El Jurado estuvo integrado por José Luis Valenzuela, Juan Cruz Sarmiento y Jorge Accame.
Edición en proceso.

Obra elegida como Mejor obra para adultos en los Premios Argentores a la mejor producción autoral del año 2014.
Jurado: Luis Saez, Martín Bianchedi, Ana Alvarado, Cecilia Hopkins y Mecha Fernández.
Edición en proceso.





A todos los actores y técnicos que me han acompañado hasta acá en el camino de la construcción teatral. A Ecléctica Teatro, agrupación con nombre de mujer que siempre me reconfigura. 

Inés
La circularidad del pasillo guía el recorrido hacia los palcos, mi cuerpo conoce de memoria la curva que debe seguir hasta el palco número veintiuno, el segundo del ala derecha, es uno de los que no se venden, por el ángulo de visión. Los palcos superiores uno y dos en el ala izquierda, así como el veintiuno y veintidós del ala derecha, se usan para los amigos de los bailarines, para los conocidos de los figurantes, para la familia de los acomodadores. Yo no invito a nadie, familia no me queda, no tengo amigos a los que puedan interesarles conciertos, óperas o ballets.
Mi lugar especial, así le digo al pasillo curvo del ala derecha, el contorno de la sala principal, la periferia bordeaux, acolchada, blanda que recorro  cada día de función, en una intimidad casi infantil… Podría andar con los ojos cerrados o con las luces apagadas… Una especialista en moverme a oscuras y en silencio, eso soy. La alfombra esponjosa cubre el territorio por donde me muevo cada noche, cada velada. Ocasiones únicas. Dos semanas de ópera…

…porque en esta ciudad se acaba el público, no es como en las grandes capitales donde la gente abunda…
…eso le escuché decir el otro día a un violinista. Dos temporadas de ballet, una en la primera mitad del año y otra en la segunda. La  orquesta sinfónica y el coro polifónico tienen presentaciones únicas, ¿esporádicas, se dice? cada tanto, a veces, de vez en cuando.
¡Qué lástima! Pienso, tanto trabajo, tanto ensayo. Los músicos, los bailarines, los cantantes son empleados, igual que yo, cobran sueldo, pero tanto preparativo para tan pocos días… Como los grandes momentos que una espera vivir, se nos pasa la vida esperándolos y cuando llegan… una se queda así como si nada, dura, como diciendo, ¿ah era esto? ¿No se supone que era más?
¡Qué lástima! Pienso, una sala tan linda, tan grande. Un director  famoso, que no voy a decir el nombre, porque no puedo. Soy una especialista en guardar secretos y también en custodiar objetos perdidos. Este señor, dijo algo así como que; bueno, él está acostumbrado a viajar, trabaja en La Capital, conoce grandes teatros del mundo… dijo:

Este teatro tiene una de las mejores acústicas de la región, comparable con los mejores de Europa. Este teatro del interior es uno de los mejores de Latinoamérica, es una reproducción a pequeña escala del teatro más grande de Buenos Aires.

A mí me emociona escuchar eso, perdón, voy a llorar… Lo que pasa es que estoy indispuesta, hace quince días que sangro, la ginecóloga dice que es parte de los síntomas previos.

(Silencio)

En estas ocasiones únicas siempre deseo desde lo más profundo de mi corazón que el teatro esté lleno, no solamente en los estrenos, sino en todas las presentaciones de “La semana especial”.
Cada  día que llego necesito confirmarlo, acercarme a la ventanilla y preguntarle a Vicente, el empleado de la boletería ¿cómo estamos para hoy?... seriamente lo hago, con preocupación. Es emocionante llegar y no tener que preguntar nada porque está puesto el cartelito de “localidades agotadas”.
María Rosa, mi única amiga del teatro, la que me enseñó el oficio,  me dice:
¡Qué te calentás, vos! si nosotros cobramos el sueldo igual, si se llena de gente es peor, más trabajo, los pies nos van a reventar de tanto ir y venir acomodando estúpidos que ni un billete te tiran, únicamente unas monedas miserables… con suerte. Para mí que en el Colón no pasa esto, en ningún teatro del mundo se deja sin propina a los acomodadores.

Yo no opino lo mismo, me gusta mi trabajo, es una ceremonia entrar por la puerta principal, el gran acceso del público, aunque después tenga que cruzar todo por adentro para marcar tarjeta. Me gusta bajar del colectivo, cruzar impaciente la avenida Vélez Sarsfield… no voy hasta la esquina como debería para usar la senda peatonal, sino que lo hago por el medio de la calle.
Cada tarde de mi vida me enfrento con el gran edificio… ¿Parece una iglesia no?... Yo no soy creyente, pero cada vez que esas columnas me miran del otro lado de la avenida tengo como una revelación. Pienso en los edificios que están desde siempre, como las iglesias y los conventos de nuestra ciudad. Aquí estaba este teatro cuando las calles eran de tierra durante el siglo pasado, desfilaron frente a su puerta todas las manifestaciones, las luchas, los reclamos, el humo negro del Cordobazo acarició sus paredes, muchas gotas de sangre mancharon los escalones de mármol blanco de la entrada. Este enorme edificio estaba cuando el centro se inundaba por la lluvia, antes de que La Cañada encauce el río Suquía.  Justo arriba de la entrada, la escultura traída de Europa para la inauguración del teatro en mil ochocientos noventa y uno me recibe; pasaron más de cien años y allí están las tres figuras,  la del medio me mira desde las alturas con los brazos abiertos, en su mano derecha una antorcha y en su mano izquierda una corona de laureles “bienvenida” parece que dijera y las otras dos a los costados acompañan el recibimiento tocando sus instrumentos, la de la izquierda mira hacia el centro de la ciudad y toca la lira y la de la derecha mira hacia el shopping que está pegado al teatro y tiene una trompeta o algo parecido. Podría jurar, asegurarles que suena, esa trompeta o corneta cuando cruzo la calle corriendo, suena.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis  escalones subo, llego al descanso, giro lentamente mi cabeza hacia la izquierda y veo el cartel en la boletería “localidades agotadas”. Me sube como una convulsión desde el estómago, se me hace un nudo en la garganta y tengo ganas de llorar, mi cuerpo empieza a temblar desde los talones, pantorrillas, rodillas, muslos, estómago, pecho, brazos, manos y mejillas… ganas de saltar  tengo, volver a la calle y frenar el tráfico y gritarles “localidades agotadas”… Me paralizo, me da un sofocón, toda esa excitación se incendia, ardo,  me viene un calor de golpe en la parte de arriba de todo mi cuerpo. Recuerdo que es otro de los síntomas. Vicente desde la boletería grita:

¿Estás bien Inés?  ¿Querés que llame a tu jefe? Estás muy colorada Inés, tenés la cara roja ¿Qué son esas manchas en el cuello? ¿Te sentís bien? Me estas asustando ¿Te acerco un vaso de agua? Inés, Inés…Inés.

Escucho mi nombre sin poder entender del todo. Levanto el brazo izquierdo para que Vicente deje de gritar, después me calmo, respiro, me recompongo y entro al teatro. Antes de atravesar  el hall principal dejo caer la cartera, el calor de mi cuerpo no baja del todo, lo voy soportando de a poco, me desanimo, decaigo. En general a esa hora no hay nadie porque todos mis compañeros entran por la otra puerta, la del costado, por la calle menor. Me saco los zapatos sin agacharme y los dejo caer, luego camino por el piso helado, subo los cuatro escalones blancos de mármol anteriores al descanso del acceso principal a la platea. Cuando voy subiendo la escalera, mi cabeza gira hacia la derecha y no me veo reflejada en el  espejo dorado, dudo de mi existencia, no estoy segura de que ese momento sea real. Cuando mi frente se apoya  en la columna izquierda de la arcada anterior al descanso y siento el frío del mármol, confirmo que sí es de verdad todo lo que está pasando. Termina de bajar la temperatura, me doy cuenta que me hice pis ¿Podrá ser un síntoma? me pregunto. Caen lágrimas calientes, otra señal de que estoy viva. De a poco dejo de abrazar la columna. A pesar de sentirme sucia, me repongo, me acomodo, respiro, miro un lado y otro del hall, no hay nadie… en realidad sí, siento algunas miradas pero esas no tienen voz… escucho algunos murmullos, camino hacia atrás volviendo sobre mis pasos, estoy algo desconcertada, me doy cuenta. Conozco cada centímetro del teatro, un detalle que esté fuera de lugar me pone alerta, avanzo de espaldas para tener una vista panorámica y ¡crac!  Mi cola choca contra los barrotes dorados de la puerta cancel abriéndola apenas. El ruido de la calle entra de repente, un bocinazo me perfora los tímpanos y caigo al suelo. Todos mis sentidos se agudizan: el olor de las baldosas, el chillido punzante del vaivén de la puerta que me aturde hasta detenerse, los murmullos de las voces que más de cien años pisaron ese hall, el frío que recibe mi oreja izquierda del piso, mi respiración agitada y el corazón que golpea contra mi pecho por dentro doliéndome hasta la garganta en cada palpitación. Estoy toda mojada de transpiración y de pis, tiemblo por los escalofríos… recuerdo que es otro de los síntomas.  Con la visión invertida alcanzo a ver una caja de cartón asomada detrás de la columna derecha, sobre el descanso anterior de acceso a la platea, eso es lo que desencaja, me doy cuenta. Luego me incorporo y sentada en el piso me aseguro de estar viendo bien y que esa caja no sea inventada por los síntomas. Está ahí, no hay dudas, me digo entre susurros… me pongo de pie, ya no estoy mareada pero siento una rareza en la cabeza, me acomodo el pelo húmedo de transpiración, me coloco los zapatos que están tirados en el piso y tomo mi cartera, miro de un lado a otro asegurándome de que no haya nadie, el sonido de mis pasos retumban en el ambiente… uno, dos, tres, cuatro escalones antes del descanso… vuelvo a mirar para todos lados y me detengo en la caja, espío adentro y veo los programas de mano, tomo uno con delicadeza, el pulso me tiembla a medida que lo voy subiendo hasta la altura de mis ojos, la cantante japonesa de la foto me mira, mi rostro emocionado se refleja sobre el brillo del papel, no me reconozco. 

(Silencio)

En el programa de cada opera está todo detallado, el elenco, el director, los músicos, las autoridades oficiales de turno y demás… lo que más me gusta es leer la historia de cada parte de la obra, acto uno, acto dos, acto tres… el argumento se dice, me explicó un empleado de la oficina de prensa. Con María Rosa siempre leemos los resúmenes, somos especialistas en contar el cuento de cada ópera o ballet, de explicar de qué se trata lo que se va a ver en el escenario. También se nos pegan las canciones y jugamos a cantarlas en nuestro lugar de descanso, sin que nadie nos escuche. 

(Silencio)

Ese día me quedé paralizada, el impacto fue como un cachetazo, yo sabía que esa ópera iba a estrenarse esa noche, sabía lo que significaba para mí, hice un recorrido rápido en mi memoria rebobinando hacia atrás y me di cuenta que todos los momentos importantes de mi vida fueron acompañados por alguna versión de esta ópera, con cada estreno del pasado yo atravesé una situación especial en mi vida. Acontecimientos insignificantes para el resto del mundo ¿A quién puede interesarle los detalles de la vida de una acomodadora de teatro?
Lo que me impresionó fue ver una Butterfly envejecida, se supone que es una chica de quince años, pero en esta versión no. No reconocí en la foto al personaje, tampoco me reconocí a mí misma en el rostro reflejado.

(Silencio)

Voy a tratar de recordar lo que leí, algo así. Primer acto: Un oficial de la armada estadounidense llamado  Pinkerton, o algo parecido, alquila una casa sobre una colina en Nagasaki, Japón, para él y su novia, una chica de quince años cuyo apodo es Butterfly…  significa mariposa en inglés… El oficial consigue un matrimonio arreglado para llevar adelante una aventura amorosa, pero para Butterfly, casi una niña japonesa, el casamiento es de por vida. Él pretende, en secreto, divorciarse de ella una vez que encuentre una esposa estadounidense adecuada.  Butterfly está tan enamorada que renuncia a sus creencias y se convierte al cristianismo. Por este motivo es maldecida por su familia.
La primera vez que vi Butterfly fue el día que empecé a trabajar en este teatro. Era muy joven, una linda morocha cordobesa. No sé qué pasó con aquella  Inés.
Las óperas se repiten. Cada tanto se hace una nueva versión y no es que el público cambia tan rápido. Las caras son las mismas que van envejeciendo de una temporada a otra. Algún que otro joven que se suma a los que vienen todos los años. Algunos no vuelven más, como si se decepcionaran.
Esa primera vez, aquella Inés entendió a Butterfly de una manera que no se volvió a repetir…

(Silencio)

Las mariposas no nacen volando, van cambiando… primero salen de huevos como larvas, una mariposa pone cientos de huevos luego de ser fecundada. De esos huevos salen orugas que se alimentan de plantas. En un momento de su desarrollo, la oruga se protege en un lugar resguardado y allí se transforma en crisálida. En este estado no se alimenta, y sufre grandes cambios. Es como cuando la mujer se desarrolla, primero crecés en altura, todo el cuerpo se estira, queda desproporcionado, los dedos largos, los antebrazos torpes, las piernas demasiado flacas para sostener tu estatura. Después los pechos te crecen y con el primer sangrado no sabés bien qué sos. De alguna manera también te resguardas para terminar de transformarte. Yo tenía uno de esos diccionarios enciclopédicos y busqué mariposas cuando supe que Butterfly significaba eso.  Metamorfosis, así se llama el cambio que tiene la oruga luego de ser crisálida. La mariposa adulta sale rompiendo el esqueleto externo de la crisálida, como recién parida.
(Silencio)
Me sentía húmeda de transpiración y de pis. El programa colgaba de los dedos de mi mano derecha que miraba desde arriba. Empezó  a ponerse colorada, las venas se hincharon de sangre  y pensé ¡cómo se notan los años que una tiene en las manos! Por más que intente mejorarlas con cremas y adornos, por más que las cuide obsesivamente, la sequedad se nota, las manchas de la piel se multiplican, primero un grano que revienta con el tiempo, luego una mancha rosada, luego una peca marrón que se va oscureciendo, finalmente una protuberancia oscura sobre la mano flaca que perdió la gracia.
Después de leer el resumen del primer acto parada en el descanso del acceso a la platea. ¡Zas! las cortinas de terciopelo se abrieron sorpresivamente como si alguien me hubiese estado espiando y la música del primer acto sonó estruendosamente desde el foso. Fue como la corriente de un río cuando viene crecido. Los músicos probaban las partituras bajo la batuta del director musical. Los cantantes ensayaban movimientos, los técnicos ajustaban los cambios de luces. Yo corrí avergonzada apretando el programa con mi mano derecha, llegué al vestuario donde nos cambiamos, donde dejamos nuestras cosas,  tiré mi cartera y el programa aplastado sobre la mesita del mate. Me escondí en el baño pensando que me vieron.

(Silencio)

Escucho la voz de María Rosa que grita como siempre, yo sentada en el inodoro un largo rato, apoyada contra la pared, cansada, cada tanto miro por entre mis piernas el líquido rojo dentro del inodoro. Los gritos de María Rosa me aturden:

Vos siempre igual nena, no fallás nunca, con cada estreno te viene la regla y hay que aguantarte llorar. Te ponés re boluda con la música, te escondés por ahí… ni que fueses vos la actriz. Veo la misma cosa todas las noches durante una semana, escucho la misma ópera que se repite, medio que me harta. Pero a vos no, te ponés rara, todos los años lo mismo…

Ella no sabe que esta vez es especial, que a lo mejor sea la última, que el ginecólogo me dijo que algo se está terminando, que tenga paciencia.

¿Te acordás de tu primer día de trabajo? ¡Qué chiquita que eras! no se te entendía nada lo que decías, hablabas para adentro… Me acuerdo que estabas pálida, te habías manchado el pantalón del uniforme nuevo ¡qué manera de sangrar!… te tuve que prestar uno mío ¿Te acordás cómo te ayudé? Ahí nos hicimos amigas para siempre, cuantos años pasaron dios mío ¿Era esta misma ópera o me equivoco? Contestá che.

Si era la misma ópera, pero no se trata hoy del sangrado de siempre. Tampoco era la regla aquella vez. Nunca le conté a María Rosa que en mi primer día de trabajo,  venía de un consultorio, que había interrumpido… Eran años difíciles, no se podía andar por la calle, andábamos mirando el piso con temor a que nos pararan para pedirnos el documento… Tenía una minifalda de lana turquesa con unas botas negras, hacía un viento helado que traspasaba el can can y me cortaba la piel de las piernas, yo sentía como la sangre me chorreaba desde el apósito por las ingles, las medias de lana absorbían la sangre. Estaba mareada, todos me miraban en la calle supongo que por mi forma de caminar. Pasé por un puesto de diarios, leí los titulares, un teatro en Buenos Aires se había quemado en la madrugada de ese seis de agosto de mil novecientos ochenta y uno. Compré ese diario de la tarde que todavía conservo, no decían las causas del incendio. Tiempo después lo supimos, se había tratado de un atentado. A mí la política no me interesa, poco entiendo, pero esa noticia trágica marcó mi vida, se sumaba a las catástrofes que estaba viviendo, desde entonces con cada estreno me da una hemorragia, como si algo me castigara, como una condena. La música se grabó a fuego en mi piel. Conozco cada melodía, cada aria como si fuese una especialista.

(Silencio)
¿Por qué el apodo de ella es Butterfly? Tiene que haber una explicación. Yo busqué en ese diccionario enciclopédico. Los machos se exhiben volando cerca de las hembras y producen feromonas sexuales, en las maniobras de vuelo cubren a las hembras y las llenan de olor. Después de aparearlas evitan que la hembra sea copulada de nuevo taponando los genitales de la mariposa con un líquido pegajoso. Por eso se llama Butterfly…

(Silencio)

Es una ocasión única, todas las entradas vendidas, el teatro lleno. El público se está acomodando, me duelen las mejillas de tanto sonreír. Yo sé perfectamente lo que va a suceder. Los clásicos se repiten cada ocho años más o menos, eso le escuché decir a una bailarina. Ese tiempo pasó desde la última vez, este día es especial para mí, esta música me hizo vibrar, aquel día de mil novecientos ochenta y uno, de una forma que no se repitió más. Hoy voy a saber si el hechizo se vuelve a producir, si me quedan todavía algunos restos de vitalidad. Camino por la alfombra esponjosa, mis zapatos de taco se hunden en la blandura, casi como andar descalza, siento el roce de mi pantalón negro, en la parte interna de las piernas, antes no me quedaba tan ajustado, mi cuerpo está cambiando, pienso. Otro de los síntomas. Voy pasando de puerta en puerta, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve… Aplausos dan comienzo al Segundo acto.

(Silencio)

Yo sigo en el baño. Ya me duché pero volví a meterme en la intimidad del inodoro. No quiero hablar, no quiero dar explicaciones. Estoy en un momento crítico… como si fuese castigada por lo que hice. Mi cuerpo se está secando y es una tragedia. María Rosa se da cuenta y trata de entretenerme leyendo el programa que dejé sobre la mesita del mate:

Después de la boda el oficial se fue. A pesar de que pasaron tres años Butterfly aún espera que Pinkerton vuelva de Estados Unidos, su criada Suzuki intenta convencerla de que él no va volver, pero ella no la escucha y en un apasionado intento por convencerla de lo contrario es cuando canta la famosa aria ¿Me escuchás?

La música suena en mis oídos y tengo todos los síntomas juntos, calor, sudoración, ganas de reír y de llorar a la vez. Me parece que María Rosa intenta levantarme el ánimo cantando. No me pregunta más nada, solo canta… como puede:

Un bel dì, vedremo
Levarsi un fil di fumo
Sull'estremo confin del mare
E poi la nave appare

Su dulzura me hace reír, ella es una de las personas que más me conoce. Sin preguntarme nada, sin molestar, sin insistir. Ella está, su verborragia tapa mi silencio. Debería contarle la verdad. El día que nos conocimos acá en el teatro, cuando me descompuse, venía de hacerme un aborto, era muy chica, él se fue y me dejó sola, tenía una vida por delante. Una intenta hacer como si nada, seguir viviendo se dice, pero hay un lugar  que no se puede superar, la carga pesa, el silencio ahoga. Cada estreno me hace acordar a esa noche y sangro como aquella vez. Hoy se termina todo porque me estoy secando como una planta. El sangrado no va a estar más, va a ser como dejar de llorar ¿Un alivio?

(Silencio)

Las fantasías y los sueños pasan en ese escenario, nunca de este lado. No le importamos a nadie, nunca nos van a aplaudir. Me parece injusto, yo no seré una cantante lírica ni una primera bailarina pero conozco cada rincón de este teatro mejor que mi propia casa. Pienso todo esto junto y se me escapa un sollozo, lloro. María Rosa se da cuenta y para tapar sigue cantando:

E poi la nave è bianca.
Entra nel porto, romba il suo saluto.
Vedi? È venuto!
Io non gli scendo incontro, io no.

Su brutalidad me hace reír, hablar durante horas del aumento de los precios es su tema preferido, su simpleza me hace quererla más. Intenta repetir el aria que conoce de memoria de estar en los pasillos del teatro durante las funciones.

¡Bueno no te riás che! Me agarrás para la joda.
Te sigo leyendo:
Quieren casarla con otro hombre pero Butterfly no acepta. Llega un cónsul americano para decirle que el oficial va a volver a Japón pero no para vivir con ella. Butterfly cuenta que tuvo un hijo de Pinkerton, producto de su noche de bodas… acá es cuando dice que él podrá olvidarse de ella pero no de su hijo… El cónsul promete informar al oficial del asunto y trata de persuadirla a casarse con otro hombre que la pretende pero ella no quiere.
Más tarde Butterfly corre a observar con un catalejo por la ventana hacia el océano y ve un barco con bandera estadounidense. Ella decora toda la casa con flores para esperar la llegada de su amado, cae rendida y duerme.
¿Te das cuenta Inés? Ella pone flores en toda la casa para recibir a su amor. Las mariposas comen el polen de las flores… por eso se llama Butterfly… ¿me escuchás?

(Silencio)

Salgo del baño después de tirar la cadena, la hemorragia se detuvo, un poco. Al abrir la puerta con violencia María Rosa se asusta y me hace un chiste, yo sonrío. Faltan algunas horas para el espectáculo. Hay muchas corridas e histerias, gente que va y viene, cantantes, músicos, asistentes. Todo ese despliegue me emociona.
El espejo me devuelve una imagen agradable de mí misma, a pesar del entrecejo fruncido. Me gusta esta mejoría… me veo bien. Esta semana mandé mi mejor uniforme negro a la tintorería, se ve impecable, ni una arruga, a pesar de que me queda ajustado me sienta como un guante. Hoy antes de tomar el colectivo para el teatro fui a la peluquería, me tiñeron y plancharon el pelo, me hicieron las manos… El esmalte rojo y la pintura de labios del mismo color  quedan bien con el traje negro. Estoy lista con lo mejor de mí. 
El público ya fue acomodado en tiempo y forma, las mismas caras un poco más viejas. Algunos saben mi nombre, yo saludo como si fuesen viejos conocidos, me entregan dinero, limosnas que recibo con una sonrisa, sobre todo monedas que pesan en mi bolsillo izquierdo. Comienza el espectáculo, los músicos vestidos de negro afinan sus instrumentos, el director musical entra y desde su atril saluda, los espectadores conocen la convención y aplauden.
María Rosa sospecha algo porque no me saca los ojos de encima, la tengo a diez metros y a cada rato me sonríe levantando el dedo pulgar de la mano derecha junto con las cejas interrogativamente.
El teatro está lleno, es día de estreno y no quedó un solo lugar vacío, solo los palcos que no se venden, el dos del ala izquierda, el segundo de la fila y el veintiuno del ala derecha, anteúltimo de la hilera de palcos altos. Tampoco fueron ocupados los primeros palcos de los extremos, el uno y el veintidós, esos directamente dan sobre el escenario.
Estoy parada del lado de adentro de las cortinas de terciopelo bordeaux en el sector de la platea, mirando ese primer acto, la cantante que hace de Butterfly es muy buena. No entiendo por qué en esta versión tiene alrededor de cincuenta años, seguramente el director lo decidió por algo… No puedo dejar de tomármelo como algo personal. Que van a decir en el diario mañana ¿La crítica le va a dar duro? No quiero ni pensarlo. Los instrumentos suenan mejor que nunca, el vestuario es bellísimo y el decorado más sencillo que el de otras versiones.   En un momento me distraigo y leo el tercer acto de uno de los programas que quedaron en mis manos.
Tercer acto: Al enterarse de la existencia del hijo, Pinkerton llega a la casa de Butterfly con su nueva esposa americana llamada Kate para apropiarse del niño y criarlo en Estados Unidos. Cuando Pinkerton ve cómo Butterfly ha decorado la casa con flores para recibirlo, se da cuenta de que él ha cometido un gran error. Admite que es un cobarde y no puede enfrentarse a ella, de manera que Suzuki la criada y Kate le dan la noticia a Butterfly. Ella se muestra conforme con entregar al niño pero pide que Pinkerton venga a verla antes de despedirse de su hijo para siempre. Mientras tanto, ella se disculpa y se retira a sus habitaciones. Ahí se suicida con el cuchillo de su padre, se tambalea, besa a su hijo y muere. Pinkerton se apresura a entrar, pero es demasiado tarde.
Dos lágrimas calientes corren por mis mejillas. María Rosa me mira y levanta otra vez  el dedo pulgar de la mano derecha junto con las cejas interrogativamente. Yo sonrío disimulando y hago el mismo gesto, luego señalo hacia el escenario y cierro los ojos abriendo mis brazos y luego juntando las manos en mi pecho, como diciendo que estoy emocionada por la música. María Rosa frunce los labios y mueve su cabeza de un lado a otro, como diciendo no.
Finalizado el primer acto la gente abandona sus asientos para ir al baño o salir a fumar. Yo aprovecho el tumulto para escaparme de la mirada de María Rosa. Me  escondo entre los espectadores que van y vienen. Algunos me preguntan cosas porque reconocen mi uniforme, otros me piden programas. Llego al nivel de los palcos altos y me quedo oculta entre las cortinas de terciopelo hasta que todo vuelve a la normalidad. Ahí escondida recuerdo la enciclopedia. El ciclo de las mariposas… Machos y hembras se buscan activamente, usando como guía visual su aleteo característico, y empleando el sentido del olfato. Después de la fecundación, la hembra pone varios cientos o miles de huevos. En algunos casos la vida adulta es breve, no durando más que el tiempo necesario para asegurar la reproducción… Por eso se llama Butterfly pienso.
(Silencio)

Se anuncia el comienzo, las corridas que escucho desde mi escondite van disminuyendo. La música del segundo acto arranca luego del aplauso que el público ofrece al director musical, conozco la convención. Si salgo ahora es poco probable que me cruce con alguien, me asomo y no veo a nadie.
Siento la misma emoción que la protagonista, conozco la música de memoria, podría explicar el argumento de muchas maneras. Primer acto: ella se casa con un oficial estadounidense y es feliz, el matrimonio es para toda la vida, tiene quince años y es oriental, renuncia a su fe para casarse con un extranjero, su familia la odia por eso. Aplauso. Segundo acto: tengo las llaves de los palcos en mi bolsillo derecho que equilibran el peso del bolsillo izquierdo lleno de monedas. El recorrido del pasillo curvo del ala derecha es más extenso de lo normal, dura casi como el segundo acto, me cuesta caminar, los pies me pesan, parezco una escultura de piedra que de a poco cobra vida, que lentamente va teniendo signos vitales. El pasillo bordeaux, acolchado parece que latiera en carne viva, nazco de nuevo como si recordara salir del útero de mi mamá.   Segundo acto de la ópera: Tres años después. La protagonista, abandonada por su amor sufre la espera, le aconsejan casarse con otro hombre pero ella no quiere, confiesa que tuvo un hijo fruto de su noche de bodas, ahí suena la música que conozco, vuelvo a vibrar, dejo de ser de piedra del todo. Me pesa la ropa, voy dejando caer a medida que avanzo, los programas de mano, mis zapatos, el saco con las monedas, las llaves de los palcos, menos una. Ahora sí siento la alfombra debajo de mis pies descalzos, todo se acentúa y los síntomas vuelven, mucho calor sobre todo en el cuello y en la cara, mareo, agitación, angustia y excitación a la vez. Vuelvo a sentir la misma emoción pero distinta, casi que podría ser la protagonista… dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve…
Tercer acto: ya entré al palco veintiuno  y me encuentro en ese lugar neutral y pequeño que está entre la puerta de madera y la cortina de terciopelo bordeaux. Final trágico. Podría esperar el tercer acto de la ópera cuando la heroína sabe que le van a sacar el hijo y acepta… Una mujer oriental, no puede decidir demasiadas cosas… Esperar la música conocida para los finales trágicos, la voz de la cantante que hace de oriental despidiéndose del hijo como un lamento. Hacerlo ahí, justamente cuando todos los espectadores se pongan de pie en el final, pero no sería acertado porque el público vería el espectáculo completo, por lo tanto no cambiaría nada, podría quedar como parte de la tragedia del escenario, como otra decisión del director, si Butterfly tiene cincuenta años en esta versión podría pasar cualquier otra cosa rara. Entonces no,  el momento más importante del segundo acto es el ideal. Ahí sí que no seré inadvertida, a lo mejor lo toman como un atentado o como un accidente ¿Qué van a decir los diarios mañana? Trato de no pensar en eso.
Accedo al palco número veintiuno, el escalón es muy alto cuando levanto la pierna derecha casi se rompe mi pantalón, estoy hinchada y sangro. Arrastro los pies descalzos por el piso de madera hasta la columna que separa el palco veinte del veintiuno, apoyo mi mano izquierda en esa columna, subo a una de las sillas de terciopelo, el pantalón se desgarra del todo. La joven japonesa de cincuenta años  insiste en que Pinkerton va a volver porque la ama, su criada Suzuki intenta convencerla para que asuma que eso no va a pasar. Pero Butterfly insiste y canta, eso marca la música, eso resalta su canto.
Un bel dì, vedremo
Levarsi un fil di fumo
Sull'estremo confin del mare
E poi la nave appare
E poi la nave è bianca.
Entra nel porto, romba il suo saluto.
Vedi? È venuto!
Io non gli scendo incontro, io no.

Estoy parada haciendo equilibrio en la baranda del palco, veo mis pies hinchados, el esmalte rojo de las uñas agarradas como garras a la madera suave, abajo el gran público mira el espectáculo, un poco más  a la derecha los músicos bailan con sus instrumentos guiados por la mano del director, arriba del escenario Butterfly canta y llora, mi ojos siguen hacia arriba y  alcanzo a ver a María Rosa en el Palco de enfrente, el número dos… el que tampoco se vende. Ella intenta detenerme, me hace señas, aparentemente me nombra pero la música tapa sus gritos, solo veo sus gestos, después sale corriendo por detrás de las cortinas del palco.
El público no se da cuenta de nada, es el momento más conocido de la historia, la del escenario. Calculo el tiempo que María Rosa demora en correr por el pasillo curvo desde el palco número dos hasta el veintiuno, tomé precauciones y cerré el palco por dentro, tengo la llave en mi mano derecha. Escucho golpes en la puerta detrás mío, la música supera los golpes y los gritos, Inés… Inés… Inés… Me balanceo, estoy mareada, sofocada de calor y sigo sangrando, los pies y las manos húmedas, la boca seca como una piedra, la llave se escapa de mi mano derecha y cae al foso. Escucho tumultos en el palco veinte, accedieron por ahí para detenerme. Aplauso al final del aria, me aturdo, luego quedo sorda, el público grita ¡Bravo! ¡Bravo!  Y yo caigo, volando, descalza y sin alas.

(Silencio)

Desde entonces ando por acá, ya no sangro, no necesito zapatos, el uniforme negro se transformó en kimono, mi piel se puso blanca y mis labios resaltan en un rojo intenso como una japonesa. Somos muchos los que quedamos en este teatro, en todos los teatros, ustedes y yo, las voces acalladas por el fuego y el olvido. Antes podía escucharlos, en los momentos difíciles sobre todo. Ahora los puedo ver, sus caras, sus máscaras, sus vestuarios. Recorro cada rincón del teatro, mármol, terciopelo, madera, metal dorado… cuando me aburro vuelvo al pasillo curvo que me lleva al palco veintiuno y lo recorro, repito el ritual cada noche, me vuelvo a parar en la baranda y  me dejo caer.



jueves, 20 de diciembre de 2012

Marilú

Un espacio oscuro, cerrado, oculto. La luz sube de a poco, se evidencia que el lugar es un sótano. Sobre el fondo hay bauleras cerradas con sus candados, en un costado hay una pequeña mesa con objetos: herramientas, un equipo de mate, elementos de limpieza, un equipo de música, etc. Al lado de la mesa, hay un basurero de plástico con una bolsa negra de consorcio.

Rivetto 
está solo, -aparentemente-, yace sentado en una silla junto a la mesa. Luego se van evidenciando la presencia de otros tres hombres en distintos rincones del espacio. 

Rivetto: 
 (lee visiblemente el diario La Voz Del Interior)…al presente, se cumplen siete días de la desaparición de María Luisa Carreras más conocida como Marilú Car, que fuera en la década del setenta unos de los baluartes del teatro local. Como es de público conocimiento, la última vez que se la vio, la actriz se alejaba del edificio donde reside en nuestra ciudad, en la calle Duarte Quirós, hacia la clase de pilates que practica todos los lunes en un gimnasio ubicado a pocas cuadras de su residencia. Nunca más se supo de ella, se informó que vestía un equipo deportivo color rosa, tenía anteojos oscuros y no llevaba más que las llaves de acceso a su domicilio.

La familia declaró que no padecía ninguna enfermedad y que no tomaba ninguna medicación que pudiera originar pérdida de conocimiento o desorientación. Se sabía que, la actriz volvería en breve a las tablas, había decidido hacer un personaje en La casa de Bernarda Alba, justamente el papel principal, obra en la cual se la pudo apreciar cuando comenzaba su exitosa carrera. Dicho trabajo fue considerado antológico y a partir del mismo Marilú fue reconocida también fuera de la Argentina.

La policía informó que se descarta la posibilidad de que se trate de un secuestro ya que no hubo pedido de rescate. De allí que se podría suponer que la actriz decidió ausentarse por propia voluntad o se desorientó tomando un rumbo que la alejó de su domicilio. Se hizo un rastrillaje por toda la zona sin encontrar ningún indicio de su paradero.

Una bomba de agua se acciona por unos segundos, luego se detiene.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Abel beautiful boy

Autor: Luis Quinteros

La obra se estrenó el 28/04/2013 en la sala DocumentA/Escénicas. Córdoba- Argentina.
Toda puesta en escena de este texto deberá contar con la autorización expresa de su autor.

FICHA ARTÍSTICO-TÉCNICA

Actores
La madre: Cecilia Lanfri
El padre: Jorge Pacheco
Abel (el hijo): Gustavo Kreiman
Clarisa (la hija): Florencia Decall/ Florencia Oviedo

Escenografía y vestuario:
ECLÉCTICA Teatro

Diseño de luces:
Mercedes Chiodi/ Cristina Smargiassi.

Diseño de sonido
Cristina Smargiassi

Diseño gráfico
Cristina Smargiassi

Dramaturgia y dirección general:
Luis Quinteros




Premios y distinciones:

2012   Obtuvo el premio  Teatres-2012 de la municipalidad de Córdoba. 

Jurados: Rodrigo Cuesta, Daniel Maffei y Rafael Rodríguez.

2012   Obtuvo el  Segundo Premio en el 1º Concurso Universitario de Dramaturgia Roberto  Arlt, organizado por el Departamento de Artes Dramáticas –IUNA y Argentores. Actualmente editada en la recopilación de los ganadores como parte de la premiación.

Jurados: Patricia Zangaro, Bernardo Carey y Lautaro Vilo.

Referencia bibliográfica:
•          Saba Mariano, Quinteros Luis, Mallach Nelson “1º Concurso Universitario de Dramaturgia Roberto Arlt” Mariano Saba; Luis Fernando Quinteros; Nelson Mallach; edición literaria a cargo de Ana Ferrer y Lucía Laragione.- 1° ed.- Buenos Aires, 2013. Argentores, 2013.

Abel, beautiful boy 
De Luis Quinteros
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A todo aquel que cuidó de sus hijos.
A los que los defienden del peligro.
A los que siempre los cuidarán.
A mis padres, por supuesto.


El tero es un ave nativa de América del sur de carácter muy despierto que hace que algunos lo utilicen como señal de alerta.
Como herramienta de combate tiene debajo de sus alas unas pequeñas prolongaciones óseas de color rojo, llamadas espolones, que usa en los vuelos rasantes que realiza para amedrentar a sus enemigos o cuando combate contra aves rapaces.
Son muy cuidadosos de sus pichones. Hacen sus nidos en el campo abierto, razón por la cual son muy sensibles ante cualquier ruido o movimiento extraño. Al alarmarse emiten su grito característico, estridente y repetido; este sonido es casi una constante en las zonas rurales del centro y norte de la Argentina. Quienes confían en su actitud como alarmas, aseguran que acompañados de un perro, son excelentes guardianes ya que alertan a éstos con sus gritos y producen sonidos diferentes según la especie del intruso.
Es muy astuto para con el cuidado de su nido, pues ante la presencia de un intruso teatraliza la situación echándose como si estuviera empollando, pero en otro lado, para que el visitante se dirija hacia él. En algunas ocasiones hace vuelos cortos alejándose de su nido con la apariencia de no poder volar bien, como si estuviera herido, repitiéndolo varias veces cada vez más lejos hasta que pase el peligro. En muchas ocasiones hace vuelos rasantes sobre el intruso, incluso rozándolo con sus espolones expuestos. En el caso de aves de rapiña o felinos (incluidos los gatos domésticos) se trenza en peleas con ellos, tras las cuales suele alejarlos.
Durante la puesta de huevos y nacimiento de los pichones son animales muy agresivos y vigilantes. Al llegar la noche, la madre cobija a los polluelos bajo sus alas. Los mismos quedan bajo cuidado de los padres hasta que aprenden a volar, lo que sucede aproximadamente al mes de vida.
Es muy habitual escuchar la frase hacer como el tero, que hace relación a un llamativo comportamiento del mismo cuando está cuidando sus huevos: mientras grita en un lugar para que los depredadores crean que allí están sus huevos, éstos en realidad se encuentran en otro sitio (aunque no muy distantes del lugar que supuestamente cuida). De esta manera se hace referencia a personas que simulan alterarse por un hecho, cuando en realidad lo que quieren es desviar la atención de su verdadero interés.
En lo relativo al clima, dicen en la pampa bonaerense, que si su canto es muy prolongado y frecuente, anuncia lluvia. También hay quienes sostienen que si se lo ve en terreno seco habrá tormenta, y que si el tero deja el río y va a la loma, la creciente asoma.
http://es.wikipedia.org/wiki/Vanellus_chilensis

Personajes:
El padre
La madre
Abel (el hijo)
Clarisa (La hija)

Prefacio

Un espacio vacío, solo una imagen al fondo  iluminada por una linterna desde el piso.
Los cuatro personajes están ubicados como posando para una foto. El padre está sentado junto a la madre, detrás,  entre ambos y de pie, está el hijo,  abajo, en el piso, yace la hija. Todos sonríen con un gesto congelado, luego esta postura se desdibuja.
El padre canta “Beautiful Boy” de John Lennon.
Silencio.
Se hacen evidentes por la iluminación distintos bultos tapados con sábanas blancas, ubicados alrededor del espacio. 
Los cuatro personajes vuelven a la realidad cotidiana. 
El espacio que ahora se evidencia está vacío en el centro, solo hay una silla caída al medio. Es un gran cuadrilátero; los bultos tapados están ubicados en el perímetro, siendo de mayor contundencia los que se encuentran en los vértices. Hay un tocadiscos y muchos discos de pasta así como libros y revistas, entre otras cosas.
Se oyen sonidos matutinos de la naturaleza, aves, brisa, insectos,  silencio de campo.
Estos sonidos van en aumento.
Los personajes escuchan sin moverse.
La luz aumenta su intensidad paulatinamente como un amanecer acelerado. Es una mañana soleada.
El hijo se dirige de repente a unos de los bultos y se detiene respirando agitado. 
Los sonidos se naturalizan, quedando de fondo. 
El hijo mira el bulto por un instante y luego lo descubre tirando de la sábana en un solo movimiento. El polvo se suspende en el ambiente y la hija estornuda.
El padre y la madre corren hacia donde está el hijo e intentan sacarle la sábana blanca. Hay una tensión, una cinchada entre el padre y el hijo, quienes utilizan la sábana como una soga. La madre trata de detener la tensión pero luego se ubica del lado del padre. La tensión va en aumento, la hija corre del lado del hijo y se suma a la fuerza de éste. El juego de tensión se intensifica, la hija estornuda a la vez que suelta la sábana; el hijo hace lo mismo y los padres caen al piso abruptamente.
Oscuridad total de repente, solo queda encendida la luz de la linterna del comienzo, al fondo del espacio. Se ven iluminadas cuatro valijas en la misma disposición que la foto familiar del principio.
Los cuatro personajes observan esa imagen del fondo deteniendo la acción. Se ven dos valijas con ruedas de altura media de distintos colores, una valija alta detrás y un bolso común con un estuche de guitarra adelante de todo.
El padre toma la linterna e intenta iluminar el ambiente en todas las direcciones.

1- El refugio

El hijo: ¡Qué olor a encierro!

La madre: No se ve nada.

El padre: Hay que cambiar los fusibles.

La hija:         Hay mucha tierra (estornuda) no me voy a quedar acá, voy al auto.

La madre: Hace un año que no viene nadie, está todo muy sucio. Mañana limpiamos y aspiramos                         todo.

El padre: Es tarde, ni bien amanezca reviso los fusibles.

El hijo: Los reviso yo, no tengo miedo.

El padre:        No, es peligroso, puede haber humedad, puede haber un bicho. Vos no tocás nada.

La hija:          Pero hay que limpiar, yo no me puedo acostar así nomás.

La madre:      Vas a dormir en mi habitación, cambiamos las sábanas y pasamos un trapo por los                                muebles y el piso. La tierra se pega en el agua y queda en el balde.

La hija:          Pero el colchón es viejo y seguro que la almohada es de plumas, está todo lleno de                                 ácaros.

La madre:      Trajimos tu colchón y tu almohada, vas a estar bien.

El hijo: ¿Estará el fantasma?

La luz de la linterna que manipula el padre se apaga de repente.
La hija grita, la madre trata de calmarla, el padre golpea la linterna tratando de que encienda. La linterna ilumina por milésimas de segundo como un flash.
La cara del padre se ilumina de repente. 
Las acciones se detienen. 
Silencio.

El padre:      Después de tener un hijo nada es igual. Uno cree que luego del nacimiento estará  pendiente cada minuto de ese ser. Es imposible ver cómo va cambiando día tras día porque demanda tanto, tanto, tanto. Cuando nació Abel no quise perderme nada, al principio era evidente cómo  crecía…El otro día leí en internet que el padre de una niña inglesa llamada Natalie le sacó una foto en la misma posición todos los días hasta que cumplió diez años porque quería tener un recuerdo diario de su hija, después las ordenó cronológicamente y publicó el video en internet, diez años de una persona en un minuto veinticinco…llega un momento que no te das cuenta, de pronto tenés un hijo grande.
Saqué fotos pero no todos los días. ¡Ojalá hubiese habido cámaras digitales! no me faltarían piezas.

La luz de la linterna se apaga, las acciones de todos vuelven a escucharse.
El hijo prende una pequeña linterna de leds. El padre, la madre y la hija detienen sus acciones  al ver esta luz.

El padre: ¿De dónde sacaste eso? 

El hijo: Es mío.

El padre: ¿Para qué la tenés?

La madre:        Menos mal que la trajiste.

El hijo: La traje por las dudas.

La hija: ¿Por las dudas?

El hijo:      Estamos en el medio de la nada, sin señal en nuestros celulares, sin teléfono, sin internet, se supone que hay que tomar las medidas de prevención necesarias, no solo hay que traer libros, comida, ropa y medicamentos. Puede pasar que se corte la luz por ejemplo y hasta que busquemos con qué iluminar, la linterna puede servir. Se está acabando la carga y si no buscan algo nos quedamos a oscuras les quiero decir. 

La linterna de leds se apaga quedando todo en absoluta oscuridad, se escuchan corridas. El padre rezonga, la madre trata de calmar la situación. 
Una luz ingresa del lateral izquierdo encandilando al padre, a la madre y al hijo.
Los tres se cubren los ojos.

El padre:           Prendé la baja que nos estás matando hija… ¡Poné la baja te digo!

La intensidad de la luz baja.
El padre logra que la linterna funcione bien. 

El padre: Ya está Clarisa, apagá las luces y vení.

La hija entra tímidamente, observa el lugar.

La hija: ¿Estaremos bien esta noche?

El padre, la madre, el hijo y la hija quedan pensativos.
Se escuchan  grillos, búhos y sapos (sonidos nocturnos)

2- Los guardianes

El padre, la madre, el hijo y la hija reaccionan como mirando alrededor. La hija toma el bolso y el estuche de guitarra que yace junto al equipaje ubicado al fondo de la escena y se retira. La madre y el padre hacen lo mismo llevándose las valijas más grandes. 
El padre entrega la linterna a Abel.
En el fondo de la escena, apenas iluminada, la hija toca con su guitarra el tema de John Lennon “Jealous guy” el cual  tararea como ensayándolo.
Abel queda iluminado con luz de la linterna.
El amanecer comienza. 

El hijo:      Abel quiere decir efímero, de poca duración, es la suma de las palabras griegas epi, alrededor y hemera, día, por lo que ocurre alrededor de un día y no sobrepasa esa unidad temporal… comienza y acaba rápido, de forma fugaz. Con ese nombre estoy destinado a una vida corta. No quiero ser víctima, ni mártir…

El hijo traduce algunos fragmentos de la canción.

                  “Yo nunca quise herirte, siento haberte hecho llorar…No quise herirte, soy solo un hombre celoso… Me sentía inseguro, podrías no amarme nunca más…estaba estremeciéndome por dentro, estaba estremeciéndome por dentro… Intentaba atrapar tus ojos, aunque tú tratabas de esconderlos…Estaba tragando mi dolor, estaba tragando mi dolor…Yo nunca quise herirte, siento haberte hecho llorar…Oh no, no quise herirte…Soy solo un hombre celoso”.

La luz se intensifica pasando del amanecer a una mañana plena.
El sonido ambiental cambia, se oyen sonidos matutinos de la naturaleza: aves, brisa de campo, insectos. Estos sonidos van en aumento.
El hijo y la hija salen de escena.
La madre ingresa y mira el lugar, apaga la linterna que dejó Abel, observa la variedad de objetos muy disímiles, agrupados obsesivamente: libros, cajas, baúles de distintos tamaños, vajilla, revistas, discos de pasta, álbumes de fotos, diarios, etc. La madre examina los grupos de objetos como buscando algo, luego gira repentinamente presintiendo que alguien la está observando. Busca por el espacio, escucha un ruido a sus espaldas  y se queda paralizada. Mira hacia donde salieron el padre, el hijo y la hija pero no atina a hablar, se queda parada en el medio del lugar.
El sonido ambiental baja hasta desaparecer imperceptiblemente.

La madre: Hola…Hola ¿Tía sos vos? Disculpá que hayamos venido así sin avisar, bueno de todos modos no sé cómo hubiese hecho para ponerte al tanto… dónde estás no hay señal, acá tampoco llega la señal… ¿Qué estoy diciendo?
Tuvimos que venir de urgencia, surgió un problema en la ciudad, es muy difícil de explicar, es mejor que no lo sepas porque correrías peligro… ¿Qué estoy haciendo?…quiero decir tía, que mejor que lo sepan la menor cantidad de gente posible, incluso Clarisa no sabe nada, a ella le dijimos que es por un tema legal, que debemos buscar unos papeles entre tus cosas… prometo que todo va a quedar como cuando entramos, tal cual como lo dejaste….No vamos a cambiar nada de lugar. Casi no reconozco la casa, apilaste las cosas así por alguna razón que no entiendo… ¡Te extraño tanto!

El padre, el hijo y la hija aparecen juntos por donde salieron antes y observan a la madre. Ésta se percata de la presencia de los otros y se recompone. Nadie dice nada.
El sonido ambiental sube sutilmente.
La hija deja la guitarra en algún sector del espacio.

La hija: Voy a dar una vuelta.

El padre: No te alejés demasiado.

El hijo: Yo la acompaño.

El hijo y la hija salen.

El padre: ¿Qué  se supone que estás haciendo?

El padre: No vas a empezar con la estupidez de…

La madre:        No me jodás.

El padre: No me hablés así.

La madre:        Perdón….perdón…perdón, estoy muy preocupada.

El padre:         Yo también, no sería una buena idea agregar a lo que ya nos pasa la supuesta presencia                         de tu tía.

La madre: Me gustaría tener fe o por lo menos ser supersticiosa como la mayor parte de la                                     gente…a lo mejor no estaríamos así, al final tanta libertad lo hizo vulnerable…

Se escuchan gritos desesperados del hijo y la hija afuera, también se escuchan sonidos de teros. El padre y la madre corren hacia el exterior. Luego entran los cuatro. La hija tiene un notable ataque de histeria, le cuesta respirar, la madre corre saliendo de escena, el padre no deja de hablar a la hija casi susurrándole para calmarla. El hijo insulta y camina para todos lados con una extrema afectación emitiendo distintos tipos de insultos.

El padre:          Abel….Abel quedáte quieto y calláte… la estás alterando más….Abel…. ¡Abel! 

El hijo hace silencio y detiene el recorrido pero su cuerpo produce distintos tics que quedarán en su comportamiento hasta calmarse lentamente.
La madre ingresa con un vaso de agua que obliga a la hija a beber. La hija escupe asqueada y reacciona.

La hija: Está podrida.

El padre: ¡Cómo no te fijás!

La madre: Perdón, perdón…es el agua del tanque debe tener un año ahí dentro.

El hijo:            (Riendo) ¡Es mejor que te picoteen los teros a que te envenenés con el agua!

La hija: Se la agarraron con mi pelo.

El hijo:            No les gustaste parece…porque a mí no me hicieron nada los hijos de puta. Y eso que                         les tiraba manotazos cuando se te acercaban con las alas abiertas, tienen cara de malos,                         algo les hiciste…

La hija:           Caminé hasta el alambrado siguiendo una mariposa amarilla, me sentía hipnotizada por su color… en casa ya no hay… flotaba sobre el pasto húmedo, ella me guiaba hacia las flores silvestres donde había muchísimas en cada rama, me recibieron con mucha alegría como hadas…cuando era chica las dibujaba con cuerpo de mujer…aleteaban y cuchicheaban, escuchaba sus risitas, los demás sonidos desaparecieron. Abrí los brazos como el Cristo de Rio de Janeiro y se posaron todas en mí, cerré los ojos, el sol atravesaba mis párpados y calentaba mi cara…una sombra pasó frente a mis ojos cerrados, me  asusté, me achiqué para cubrirme el rostro y las mariposas aletearon a mi alrededor, los sonidos volvieron, ahí los escuché gritar, los dos pájaros enormes se me aproximaban con las alas abiertas y los ojos exaltados, frenaban el vuelo y daban vuelta el cuerpo mostrándome su parte inferior…caí al pasto húmedo y empecé a rodar enredada en mariposas y los pájaros hacían vuelos rasantes sobre mí. Una fuerza me levantó del suelo…

El hijo: Fui yo…

La hija: …recibí manotazos por todos lados…

El hijo: Era yo para espantarlos…

La hija: …pero me cacheteaste, te voy a matar.

El hijo:           Era para parar tu histeria, no lo hice queriendo.

La hija: ¡Te voy a matar!

El padre: ¡Basta!

El hijo y la hija detienen su pelea. Se evidencian los tics del hijo.

La madre: Me había olvidado de ellos, son la pareja de teros que cuidan la casa. Desde que ella no está se volvieron muy antisociales, por eso nunca entraron a robar, cada vez que se acerca un extraño lo corren a los gritos, siempre están en la entrada cerca de la tranquera escondidos entre los tallos de centeno. Fueron denunciados a la policía varias veces, pero como no les pertenecen a nadie. Cuando estaba mi tía decía que no eran de su propiedad, que no podía hacerse cargo de cada animal silvestre que habitaba en su jardín. Hay que mantenerse cerca de la casa, gritan si alguien se les acerca, después amenazan revoloteando o directamente atacan, debajo de las alas tienen unos espolones que son muy peligrosos. Para salir de la casa hay que hacerlo en auto o correr hasta la entrada (al hijo) ¡Quedáte quieto!

El hijo:                No puedo…

El padre:             Entonces, nos vamos a mover todos, hay que abrir todas las canillas, de la cocina, de                            afuera  y  del baño. Abel subíte  al techo para limpiar el tanque tratá de no caerte, yo                             me ocupo de la luz… Ustedes ventilen los ambientes, hay que sacar la tierra…

Los cuatro comienzan a moverse por el espacio entrando y saliendo de escena.

                        Clarisa traé la aspiradora  del auto, está en el baúl.

Las acciones de los cuatro se entrelazan. 
La madre descubre todos los bultos dejando una nube de polvo en el ambiente.  
La hija entra con una aspiradora de auto y la enchufa con un prolongador, el motor comienza a funcionar.

La hija:             Ya hay luz papá (Grita hacia afuera) ¡Papá! ¡Ya hay luz!

La hija continua aspirando la alfombra del lugar, la madre observa los objetos que descubrió.
El hijo ingresa a escena con una escoba y un balde denotando su alteración, no puede mantenerse quieto, deja caer el balde y la escoba, luego para ocuparse de algo trata de doblar las sábanas que quedaron por el piso, tiembla, no puede. La madre lo observa, lo abraza deteniendo sus tics y llora. 
El padre ingresa y mira estas dos situaciones, la hija aspirando y la madre abrazando al hijo.
La hija tira del cable de la aspiradora y se apaga la luz de toda la escena.

3- El acertijo

La madre canta el tema de John Lennon “Beautiful Boy” en oscuridad. Luego se ilumina con la linterna que antes uso el padre.

La madre:  Tengo algunas imágenes un poco confusas del nacimiento de Clarisa; como no pude parirla me operaron, yo no quería y empecé a llorar; me durmieron completamente porque no los dejaba trabajar. No me entendían, yo quería que la nena naciera como Abel por parto natural. Para mí era importante ese primer esfuerzo de las dos…los bebés que nacen por cesárea son más lindos, no están hinchados ni raspados, eso decías.
Me desperté en la habitación y ella estaba a mi lado en una cunita transparente, algo se había perdido entre nosotras, algo que no se podía revertir.
Cuando Abel salió de mí fue otra cosa, algo inexplicable… de la redondez pasó a tener cara, piernas, brazos, nariz. Te cuesta entender eso.
¿Qué me querés decir tía? ¿Cuál es el acertijo esta vez?  No moví nada de lugar, solo limpié. Hay que ir de lo más grande a lo más chico… estuve mirando cada una de las pistas, tienen un orden pero todavía no sé cuál es la relación. Dejaste todo ordenado  para que yo descubra el acertijo pero hace tanto que no lo juego…perdí el instinto tía…es un horror lo que estoy diciendo  pero lo perdí.

El espacio es iluminado de repente.
El padre, el hijo y la hija están en un costado cargados de bolsas de compras. La hija encendió las luces del ambiente desde una perilla visible junto a la puerta de acceso al living de la casa.

El padre:          ¿Qué hacías con la luz apagada?

La madre:         Nada, por los mosquitos. ¿Consiguieron todo?

El hijo:             Trajimos insecticida, espirales, galletitas. No conseguimos velas.

El padre:          En la estación de servicio había estos farolitos a pila, algo es algo…la luz se corta                                 seguido me dijeron.

La madre: ¿Quién estuvo tocando? Las cosas no están como cuando llegamos y faltan libros. Lo único que les pedí es que no tocaran nada.

El padre:          Estuve mirando los discos y probé el tocadiscos, anda bien, es una reliquia…la radio sintoniza algunas emisoras de locales pero ninguna de la ciudad, los long plays están buenos, una reliquia, la colección completa de Los Beatles y de John Lennon, una fans incondicional tu tía. Puse uno, tal vez quedó adentro, pero los sobres los dejé ordenados como estaban.

El hijo:            Hay varias colecciones de los libros de Salinguer, 

El padre:            Salinger, se dice.

El hijo:            Eso, Salinyer, incluso ediciones en inglés. Saqué uno para hojearlo, espero que no te                             importe.

El padre: ¿Cuál?

El hijo: “El guardián entre el centeno”

El padre: Justamente  ese libro.

La hija:         ¿Por qué decís eso? ¿Qué pasa papá? Yo estoy leyendo Franny y Zooey ¿Tampoco                                 puedo?  

Silencio incómodo. 

El padre: Ayudáme Abel.

El padre y el hijo salen con las bolsas de compras. 
La hija se queda con la madre.

La hija: Te va a faltar el libro que saqué pero están ordenados por números y siguen el orden consecutivo.  Estoy  aburrida, no hay internet, no tengo señal en el teléfono…tengo los dedos gastados de tocar la guitarra. Mamá ¿Qué pasa? ¿Qué hacemos acá? ¿Por qué tanto misterio? Hace una semana que llegamos y no entiendo por qué ¿Hasta cuándo nos vamos a quedar?

La madre: No sé, hasta que tu papá y yo tengamos que volver a trabajar supongo.

La hija: ¡Hasta Febrero! Se supone que íbamos a ir de vacaciones a Río de Janeiro.

La madre: Hubo un cambio de planes, ya fuimos a Brasil.

La hija: Cuando yo tenía tres años, no me acuerdo de nada obviamente. Me están ocultando algo. Papá está raro, Abel no para de moverse…se supone que tenía que seguir su recuperación…De repente llegamos acá sin ninguna razón y quedamos incomunicados. Siempre me preguntaron qué tenía ganas de hacer, me podría haber quedado en casa pero me trajeron a la fuerza.

La madre: Bueno Clarisa, a veces las cosas no son como uno quiere ¡No hay mucho más para                             explicar!

La hija sale corriendo, la madre la sigue.

La madre: Perdonáme…Clarisa, Clarisa, ¡Clarisa!

Se escuchan sonidos de teros.
La hija y la madre gritan desde afuera. El padre cruza la escena seguido por el hijo. Se mezclan los sonidos de los teros con los gritos de los cuatro.
Apagón.
Los sonidos de teros disminuyen como alejándose. 

4- Abel

Se escuchan sonidos nocturnos de fondo.
El hijo enciende uno de los faroles de leds a pilas y luego lee un pasaje de “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger.
El padre aparece y se detiene a escuchar a Abel.

El hijo: “Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Solo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los agarro. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.
Phoebe se quedó callada mucho tiempo. Luego, cuando al fin habló, solo dijo:
—Papá va a matarte.”

El padre enciende otro farol de leds a pilas en otro lugar del espacio.

El padre: ¿Te gusta?

El hijo: Mucho.

El padre: Es un buen libro…fue muy provocador en su tiempo por el lenguaje…

El hijo: Si ya sé, lo vi en el colegio.

Silencio.

El padre: ¿Tomaste la medicación?

El hijo: No quiero tomarla más, me palma, ya no hace falta.

El padre: No lo podés decidir vos.

El hijo: Se me duermen las manos, necesito que confíes en mí. Ya no necesito tomar eso.

El padre: Tenés que tomarla hasta que te vea el médico ¡No quiero discutir esto Abel!

El hijo: Vos nunca querés discutir ese es el problema, siempre tenés la palabra justa… ¿Y ahora qué?... ¿Te diste cuenta lo diferente que somos?…ni siquiera soy parecido a vos, me llevás veinte centímetros…nunca los padres son más altos que los hijos sabés…acá debe haber un error genético “El hijo incomprendido” parece no ser un tema viejo, es un conflicto universal ¿Así se dice señor profesor? Podemos discutir sobre eso ¿Qué le parece?... Es un tema tan viejo como la humanidad misma, nunca pasa de moda...también podríamos opinar sobre la familia, otro tema de siempre. El modelo de familia no garantiza la felicidad ni el bienestar, más bien todo lo contrario y todo eso que se dice….Para discutir siempre hay temas universales pero acá pasa otra cosa, hay que escapar porque el peligro nos pisa los talones…se supone que Clarisa y yo deberíamos seguir el camino que vos y mamá nos armaron con tanto amor, pero no…yo metí la pata y tu hija es una hipocondríaca depresiva.

El padre: ¡Calláte Abel!

El hijo: Bueno ¡reaccionaste! 

El padre: Debería cagarte a trompadas.

El hijo: ¡Qué bueno estaría! 

El padre avanza contra el hijo pero no llega a tocarlo, para descargar su ira toma,  de uno de los grupos de objetos apilados, cuatro sillas y una mesa pequeña, y arma el  juego en el centro del espacio. Luego coloca los faroles de leds a pilas sobre la mesa.

El hijo: Eso no se puede tocar, no tenemos que mover nada.

El padre obliga al hijo a sentarse en una de las sillas.

El padre: ¡Qué me importa! voy a armar una mesa como corresponde en este lugar de mierda, no podemos comer amontonados en la cocina…las ocurrencias de tu madre me tienen  las bolas por el piso y si el fantasma se enoja… ¡Que se enoje nomás! Necesitamos una mesa y cuatro sillas para mirarnos a los ojos y decirnos unas cuantas cosas, comer en un plato con cuchillo y tenedor,  apoyar los codos mientras se hojea un libro, dejar un vaso de leche o una taza de café…para hacer comparaciones, para apretar los dos puños contra los labios y pensar cómo mierda vamos a salir de este quilombo en el que estamos metidos.

El padre ocupa otra de las sillas en la mesa.
Entran la madre y la hija llevando unas bolsas de compras y miran esta situación. 

5- Se hizo la luz

La hija sale llevando las bolsas de compras.
La madre se sienta a la mesa.

La madre: Están haciendo unos arreglos en la central eléctrica, dijeron que en breve volverá la                              luz.

Se enciende la luz de la escena.
El padre apaga los faroles a pilas que están sobre la mesa.

La madre: ¿Vamos a cenar acá?

Nadie responde. Hay un silencio incómodo.

La madre: No me molesta que hayas corrido los muebles, ya está…creo que encontré la lógica.

El padre: Ah sí, bueno explicámela porque no entiendo nada.

La madre: Me refería al acertijo que dejó mi tía, encontré la lógica.

El padre. Ah, mirá vos qué interesante.

La madre: No ironices.

El padre:    No quiere tomar más la medicación.

La madre: Sabés que no podés.

El hijo: No necesito tomar nada más. Sé que me mandé una cagada…ahora confíen en mí. 
Quiero que le contemos todo a Clarisa.

El padre: Bajá la voz.

La madre: No, ella es muy vulnerable.

El hijo: Todos lo somos.

Entra la hija.

La hija: ¿Pongo los platos acá o en la cocina? 

Nadie contesta. 

La hija: ¿Qué les pasa?

El padre: Tú hermano…

El hijo: …la droga.

La madre: …la policía.

La hija: No entiendo.

El hijo: Me busca la policía.

La hija: ¿Qué hiciste Abel?

El hijo: Yo nada.

La madre: El error fue cambiarlo de colegio.

El hijo: Por burro, me quedé de año…quería una escuela técnica.

El padre: Les quisimos dar lo mejor, que ustedes eligieran. Las materias humanistas no le interesaban.

La madre: La literatura dejó de interesarle.

La hija: Ahora está leyendo un libro... ¿Lo terminaste?

El hijo: Sí, lo terminé…y me gustó.

El padre: Justo ese libro.

La hija: ¿Qué tiene de malo?

La madre: No tiene nada de malo, es un libro.

El hijo: Me gustó…la policía se empezó a meter, y nos perseguía.

La madre: A él y a otros más.

El hijo: Es para asustarnos, pensábamos… ¿Qué más pueden hacer? echarnos…otra expulsión no sería nada grave. Pero no, querían nuestra colaboración.

La hija: ¿Quiénes?

El padre: La policía, al principio debían decir quienes vendían para que ellos los metieran presos.

La hija: ¿Cómo agentes encubiertos?

El hijo: Más o menos, pero después teníamos que vender para ellos.

La hija: ¿Para quiénes?

La madre: Para la policía.

La hija: No entiendo, para la policía o para los que venden la droga.

El padre: Estás hablando de lo mismo…la policía vende la droga.

La hija: No puede ser.

La madre: Sí que puede.

La hija: Hay que denunciarlos.

El padre: Sí, pero dónde.

La hija: En alguna comisaría que no sea cómplice.

La madre: ¡Cómo saber cuál!

El padre: Cómo diferenciarla…

La hija: Esto no puede estar pasando.

El hijo: No parecía muy grave al principio, después los chicos empezaron a abrirse pero los                              amenazaron, los persiguieron y algunos...

La madre: …desaparecieron.

La hija: ¡Qué fea palabra!

La madre: Muy fea.

El padre: No literalmente.

La madre: No se sabe…

La hija levanta la silla que ha permanecido en el piso y se sienta. La madre se incomoda con esta acción pero no dice nada.

El hijo: Por eso tuve que hablar, decirles…no por mí… tienen todos nuestros datos, saben a qué hora salimos de casa, dónde concurrimos, a qué hora volvemos. 

La hija: ¿Saben de mí?

El hijo: Sobre todo de vos.

La hija: ¿Por eso vinimos acá?

El padre: Estamos en el límite jurisdiccional, entre dos áreas de cobertura. No hay teléfonos, no hay celulares, estamos a diez kilómetros del centro. Va a ser difícil ubicarnos. Hasta que decidamos qué hacer…

La hija: Esto no puede estar pasando…

El hijo: No quiero tomar la medicación, no la necesito…

La hija: Somos una familia normal, como cualquier otra.

La madre: Demasiado normal.

El padre: El error fue cambiarlo de colegio.

La madre: No lo creo…

La hija se pone de pie, tirando la silla al piso y sale corriendo.
Silencio.
La hija ingresa abruptamente.

La hija: Y cuándo se supone que iban a decírmelo… mi opinión no vale nada. Fue para protegerme ¡Gracias!…yo me adapto a todo, me manejo sola…toda la familia se traslada a este lugar huyendo de la policía y Clarisa obedece. Las vacaciones a Brasil también fueron inventadas por lo que veo, así yo le contaba a mis amigos y publicaba en mi perfil “Feliz camino a Río…” pero la mentira se les dio vuelta porque acabo de cambiar mi estado en Facebook y los tres mil setecientos ochenta y siete  amigos, entre los que no me extrañaría que hubiese un agente encubierto, saben dónde me encuentro…perdón, perdón, perdón.

La hija sale corriendo emitiendo alaridos que luego son acompañados por sonidos de teros. El padre, la madre y el hijo corren en simultáneo hacia el lugar por dónde salió la hija.  La escena vacía queda  a oscuras. Los gritos de los cuatro y los sonidos de  teros disminuyen, como alejándose.

6- Clarisa

Se escucha el susurro de la hija rezando en la oscuridad, enciende uno de los faroles de leds a pilas, luego toca con su guitarra el tema de John Lennon “Jealous guy”
El hijo aparece al fondo de la escena y acompaña el tema como segunda voz.
La madre ingresa a escena llegando a escuchar el final de la canción.

La madre: ¿Qué hacías?

La madre enciende uno de los faroles de leds a pilas que está sobre la mesa.

La hija: Nada. Le dedicaba una canción a la tía. 

La madre: ¿A quién?

La hija: A la tía, yo también sé que está…conmigo podés sincerarte, entiendo. Terminé el libro ¿Me lo puedo quedar? Tenía una estampita del ángel de la guarda adentro. Nunca vi una.

La madre: ¡Qué raro! La tía era más atea que yo ¿Qué libro es?

La hija: “Franny y Zooey” la estampita estaba justo en el capítulo que habla de ella. Franny cree que todo lo que la rodea es un poco tonto, tiene una crisis de fe. A pesar de no tener formación religiosa, su hermano Zooey le dice que tiene que creer en sí misma, que eso es lo único que vale la pena. Y esa madre insoportable, como todas las madres, bueno no todas… preocupada por la depresión de su hija, le pide al hijo, a Zooey, que hable con ella porque sabe que hay un código entre ellos  ¿entendés? Hay una comunicación entre los hermanos que la madre no entiende.
La madre escucha a la hija mientras mira la estampita que quedó en sus manos. Luego se ubica en medio del espacio.

La madre: Te identificás con Franny.

La hija: No al revés, con Zooey…aunque a veces tengo crisis de fe como Franny,  me gustaría saber rezar. Me pasé todo el año recorriendo las iglesias de de la ciudad, son tantas, me las conozco de memoria ¡Qué deterioradas están! por fuera se las ve pintadas y restauradas pero por dentro se caen a pedazos.  La primera vez  que entré a una, estaba muy insegura porque no sabía qué hacer, después observé todo y  aprendí a copiar, a simular. La gente entra con la cabeza hacia abajo y el pecho hundido, después mojan sus dedos en una pileta de mármol bastante alta, en algunas iglesias no hay ni una gota pero las personas tocan igual la piedra vacía y se hacen la señal de la cruz flexionando la pierna derecha hasta el piso mirando hacia el altar, donde está Jesucristo…Yo hago lo mismo, después miro…no hacia adelante sino a ellos, sentados en los bancos como muñecos de cera…a esa hora de la tarde hay muy poca gente. Una vez el cura salió con toda su vestimenta, éramos seis personas, me dio lástima irme así que me quedé sentada y vi cómo decían las oraciones conectados con su corazón, hay algo de eso que yo entiendo, no sé cómo explicártelo. Yo sé que tu tía está por acá, puedo sentirla también.

La madre mira hacia arriba.

La madre: Ella se colgó del techo, justo arriba de donde estamos ahora, eso me dijeron cuando la encontraron. Les pareció raro que los teros gritasen tanto sin motivo aparente. Un vecino me contó que parecía un ángel, suspendida del techo. Cuando llegué encontré todo esto así, desordenado…mejor dicho ordenado con un fin, no pude entenderlo…ahora tampoco, cerré la puerta y me fui a casa después del entierro. ¿Vos creés que ella puede estar acá?

La madre y la hija se toman de las manos y cierran los ojos.
Entran el padre y el hijo. El padre lleva la linterna de mano con él. 

El padre: Está todo en orden, se ve todo tranquilo.

El hijo: Me parece que va a llover.

La hija: Los bolsos y las valijas están en el auto.

La madre: ¿Por qué no nos vamos ahora de noche? 

El padre: Mejor mañana a primera hora. Va a ser mejor que ustedes se acuesten y yo me quede haciendo guardia, mantengamos las luces apagadas para que no se vean desde lejos.

La madre: A mí me parece una locura.

El hijo: Yo no me confiaría tanto.

La hija: Vamos  a Brasil como estaba previsto.

El padre: Necesitamos estar en un lugar tranquilo.

El hijo: Ya conocemos Río.

La hija: No  recuerdo nada, tenía tres años.

El hijo: Yo si me acuerdo.

La hija: Lo único que recuerdo es cuando me regalaste al vendedor ambulante…tu mano agarrando la mía…decí que el hombre no entendía demasiado el idioma.

La madre: Era un juego de chicos…los celos, es normal.

La hija: También me  pellizcabas los cachetes…me cortaste el pelo.

El hijo: Ya va a empezar.

La hija: Si,  resulta que siempre soy la perjudicada…si no es una cosa, es otra.

El padre: Vinimos acá para protegerte.

La hija: No por mi culpa…no por algo que hice. Si me quieren proteger déjenme hacer lo que siento. Quisiera practicar alguna religión ¿es malo tener fe?

La madre: Estás cansada Clarisa. Por qué no se acuestan ustedes…yo me quedo acá.

El padre: No, yo me quedo.

La madre sale con el hijo y la hija.

7- La madre

Se escuchan  grillos, búhos y sapos (sonidos nocturnos que van en aumento)
El padre revisa las cosas del lugar, camina de un lado a otro cavilando, mira a su alrededor sospechosamente, luego gira repentinamente como presintiendo que alguien lo está observando. Busca por el espacio, escucha un ruido a sus espaldas y se queda paralizado, apaga los faroles a pilas que quedaron sobre la mesa. Al apagar el último farol se corta el audio de sonidos nocturnos, enciende la linterna de mano y alumbra a alguien del público. 
El padre: ¿Cómo le va? Digo…no se preocupe no nos vamos a quedar mucho más tiempo. Tuvimos un problema en la ciudad y vinimos acá hasta que se solucione. Mañana mismo nos vamos y dejamos todo como está…
El padre grita asustado  e ilumina hacia atrás, dónde puede verse a la madre de pie.

El padre: Casi me matás del susto.

La madre: ¿Con quién hablabas?

El padre: Pensaba en vos alta.

La madre: Estabas hablando con alguien.

Silencio prolongado, el padre mira los grupos de objetos. La madre lo observa.

El padre: ¿Cuál es la lógica?

La madre: No me doy cuenta, perdí la intuición. Tiene que ver con los objetos, establezco la relación pero por alguna razón no llego a completar el circuito.

El padre: ¿Cuál es la lógica entre nosotros?

La madre: No lo sé.

El padre: Y si lo dejamos acá.

La madre: ¿Qué?... ¿Establecer la frontera? ¿Que cada uno se quede en su jurisdicción?

El padre: Compartimos todo,  carrera, tesis, una vida, armamos un plan…

La madre: ¡Un proyecto armamos!

El padre: …pero que cambió.

La madre: ¿Habrá alguna lógica? 

Silencio. 

El padre: Sí  la hay, con un poco de fe como dice Clarisa. Tu tía dejó un acertijo, te juro que lo voy a descubrir. La vida entera se podría tomar como un gran acertijo, puras preguntas sin respuestas. Ayudáme, pensemos juntos, tenemos distintos objetos, aquel grupo es el más grande entonces se empieza por ése… ¿Se hace así?...en orden descendente sigue éste… ¿Cuáles son los objetos en común? Tenemos discos y libros…más o menos en la misma cantidad.

La madre: Qué raro lo de Clarisa. Siempre fue una chica rara.

El padre: Los libros no tienen unidad temática, al menos no los de estos grupos. Pero los discos…

La madre: A lo mejor fue porque no la parí, como a Abel…esas creencias que no tienen explicación lógica…realmente algo se perdió entre nosotras. El primer esfuerzo fue interrumpido, deshecho…

El padre: Hay exactamente la misma cantidad, diez discos de los Beatles y diez de John Lennon. La única diferencia que encuentro es que en los discos de John Lennon hay un simple… ¿Tendrá algo que ver?

El padre abre el tocadiscos que se encuentra en uno de los grupos de objetos, busca el cable para conectarlo a la electricidad.  

La madre: Cuando me desperté el techo blanco se puso nítido poco a poco; me di cuenta que era una clínica por el olor, escuché un sonido…giré la cabeza sobre la almohada…parecía una muñeca de porcelana…

El padre coloca el disco en el tocadiscos y lo acciona. Luego observa a la madre.

…Me incorporé…mucho dolor adentro. Al sentarme  tuve un mareo interminable, después apoyé los pies sobre el piso helado, no podía encogerme por la faja,…me paré, temblaba de frío, caminé unos pasos hacia la cuna, sentía mi cabeza en los pies, adentro todo retumbaba, mis talones, los balbuceos de Clarisa, porque yo sabía que se  llamaba así. Después empecé a caer, caía y seguía cayendo a la nada hasta que alguien me atrapó y detuvo mi vuelo, un cuerpo caliente…abrí los ojos, un hombre me miraba, había perdido la conciencia… estaba segura de que la nena de la cuna era mi hija y se llamaba Clarisa y que el hombre que me abrazaba y me miraba era alguien que yo quería.

Se escucha a través del tocadiscos el tema de John Lennon “Woman”. 
La madre camina unos pasos con los ojos cerrados, el padre se le acerca y acaricia sus manos, su pelo, su rostro. La madre se desvanece, el padre la contiene antes de que llegue al piso. La madre abre los ojos y mira al padre, luego le acaricia el rostro como tratando de reconocerlo.
Los hijos aparecen, observan esta situación y luego  apagan el tocadiscos.
Los padres vuelven a la realidad.
Luego se escuchan los teros en el exterior. 

La madre: Solo gritan cuando alguien anda cerca de la entrada.

El hijo: Donde está el centeno.

La hija: A lo mejor alguien pasaba cerca.

El padre: O un gato anda por ahí.

La madre ¿El auto está detrás?

El padre: No adelante, igual no se ve nada desde la entrada, hay cielo cubierto, es una noche oscura.

La hija: ¿No estamos exagerando un poco?

El hijo: Por  lo menos tenemos los teros, son muy guardianes, no hay mejor alarma que esa.

Se escucha un trueno fuerte. Después sonido de lluvia.

8- El  padre y la estrategia final

La madre: ¿Por qué no vuelven a la cama?

La hija: Yo me quiero quedar acá.

El hijo: Yo también.

Silencio incómodo. 
El padre revisa los grupos de objetos, cavila sin decir nada e ilumina con la linterna.

La madre: ¿Qué hacés?

El padre: Nada, cuenten algo. Clarisa contáte algo, lo que sea, ¿Terminaste el libro? ¿De qué se trata?

La hija: Es la historia de dos hermanos más o menos de la misma edad, veintipico, que se cuestionan el sentido de sus vidas, ellos son actores de obras de teatro un poco banales, ella está deprimida, el mundo le parece un poco tonto, se siente sola…ellos tienen dos hermanos muertos, uno se suicidó y el otro murió en la guerra, esto los toca muy de cerca…sobre todo a ella que está en medio de una crisis de fe, ella cree en Dios pero nunca tuvo formación religiosa sino más bien filosófica, la madre está preocupada por la hija, entonces le pide al hijo que trate de ayudarla porque hay algo que ella sabe que no puede manejar. El hermano finalmente le hace entender que la fe y la práctica religiosa está en lo que ella hace, algo así como “tener fe en vos mismo es la mejor religión”
El sonido de lluvia va desapareciendo de a poco.
Sabían que hoy se cumple un año de la muerte de Salinger, murió el 27 de Enero del 2010, hace exactamente un año, lo googleé en el cyber.

La madre: Mañana se cumple un año del suicidio de la tía.

El padre: ¡Ya casi lo tengo! 

Se oyen sonidos de teros afuera.

La hija: Alguien se acerca, por eso gritan así.

El hijo: Gritan diferente, nos están advirtiendo.

La madre: Tengo miedo, algo va a pasar.

El padre: Mientras no llueva, los teros van a vigilar la casa. Encontré la lógica, el sentido.

La madre: No es importante, ya no sé cómo funciona.

El padre: Lo podemos descubrir juntos. Escuchen, aquel grupo es el más grande entonces se empieza por ése, en orden descendente sigue éste, los objetos en común son discos y libros, pero los libros no tienen unidad temática o sea que nos quedamos solo con los discos. Hay exactamente la misma cantidad, diez discos de los Beatles y diez de John Lennon. La única diferencia que encuentro es que en los discos de Lennon hay un simple con dos temas “Imagine” y “Woman” en cuya tapa aparece con Yoko Ono, con la cual compartió otras tapas de discos, ¿es así o no?

La madre: Eso ya lo sé,  mi tía amaba a John Lennon se supone que toda su casa desborda de objetos de él ¿Adónde querés llegar?

El padre: Al siguiente paso del acertijo. En aquel grupo no hay discos pero hay exactamente diez revistas, Clarisa revisálas ¿Hay alguna que te llame la atención? 

La hija: ¡Hay una Rolling Stone con la foto de John Lennon y Yoko Ono!

El padre: ¡Exacto! La foto de la tapa fue sacada el ocho de diciembre de mil novecientos ochenta. Ese mismo día a las diez de la noche Mark David Chapman  disparó seis tiros a John Lennon, que murió después camino al hospital.

La madre: Mi tía no lo pudo superar.

El padre: Al mes siguiente Rolling Stone publicó esa foto en su portada.

La hija: Sigo sin entender…

El padre: ¿A que no sabes qué llevaba el asesino en su bolsillo?

El hijo: Éste libro… (Saca un libro de su bolsillo) ”El guardián entre el centeno”

El hijo repite de memoria el pasaje del libro “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger que antes leyó.

“Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Solo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los agarro. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Silencio.

El padre: Esa noche volvía a su casa, había grabado unas pistas con Yoko.

La hija: La fe es peligrosa cuando se convierte en fanatismo…

La madre: Mi tía lo adoraba, nunca más salió de esta casa.

El padre: Mark David Chapman, le disparó con un revolver seis balazos, cuatro lo alcanzaron de lleno. Esa misma mañana, el asesino le había pedido un autógrafo en la entrada del edificio Dakota.

La madre: No podía soportar la idea de un mundo sin John. Se deprimió y se encerró.

La hija: Fue crucificado como Jesús, por revolucionario, por pacifista, era peligroso.

El padre: Así de simple, así de estúpido, un desequilibrado lo  mató  a tiros.

La hija: No encajaba, un cantante convertido en ídolo de fe.

El padre: La gente lloró en todo el mundo. 

El hijo: Dijo que el cristianismo iba a desaparecer. Nosotros, ahora, somos más populares que Jesucristo, dijo. 

La madre: Yo la visitaba, pasaban los años se fue achicando poco a poco.

La hija: Un gigante como el Cristo de Río, colosal, con los brazos abiertos.

La madre: Decidió terminar con todo, no le debía explicaciones a nadie.

El padre: El asesino esperó agazapado…

La madre: ¿Para qué seguir encerrada acá?

El padre: Yoko pasó primero, ingresó a la entrada del edificio, atravesó la galería.

El hijo: El guardia del Dakota vio cuando ellos llegaban.

La hija: La figura del hombre estaba en las sombras. Cuando pasó, lo nombró.

El padre: Él pasó junto a Chapman, lo saludó bajando la cabeza.

La madre:   Tomó una silla y la puso acá en el medio de esta sala.

El hijo: Le habló de lejos.

La madre:  Enganchó su cuello en una soga que colgaba del techo.

El padre: Le disparó seis veces.

El hijo: Cuatro balas alcanzaron al ídolo.

La madre: Cayó  la silla.

La hija: Cayeron los lentes redondos manchados de sangre.

El padre: Cayó el ídolo.

El hijo: Cayó la fe.

Silencio.

El padre: En el siguiente grupo tenemos solo libros, todos de Salinger, varias colecciones, incluso una en inglés.

La hija: ¿Que hoy se cumpla un año de su muerte es una casualidad?

La madre: Mi tía se mató hace un año, no es casual.

El hijo: ¿Cómo sigue papá?

El padre: No sé, queda un grupo con muy pocos objetos, solo un libro, volvemos a la lógica del comienzo. 

La hija: ¿De qué es?

El padre: Guía de aves de América del Sur.

La hija: ¿Entonces?

El padre revisa el libro y encuentra una espiga de centeno.

El hijo: No me vas a decir que eso es centeno ¡La puta madre!

La madre: Si, es centeno, la espiga florece en invierno, la tía la debe haber puesto ahí de los tallos de su jardín.

Se escuchan sonidos de teros.
El hijo se asoma hacia el exterior saliendo apenas de escena.

El hijo: Me parece que un auto se alejó de la entrada.

La madre: A lo mejor no saben que estamos acá.

El hijo: Como no van a saber, un auto se alejó de la entrada.

La madre: Van a volver entonces.

El padre:     El tero es un ave nativa de América del sur de carácter muy despierto que hace que algunos lo utilicen como señal de alerta…son muy cuidadosos de sus pichones. Hacen sus nidos en el campo abierto, razón por la cual son muy sensibles ante cualquier ruido o movimiento extraño. 

El hijo: Papá estamos en peligro…

El padre: … Al alarmarse emiten su grito característico, estridente y repetitivo…son excelentes guardianes…producen sonidos diferentes según la especie del intruso… Durante la puesta de huevos y nacimiento de los pichones son animales muy agresivos y vigilantes. Al llegar la noche la madre cobija a los polluelos bajo sus alas. 

El hijo: Papá ya sabemos lo de los teros… estamos en peligro.

El padre: Los mismos quedan bajo el cuidado de los padres hasta que aprenden a volar, lo que sucede aproximadamente al mes de vida. Es muy astuto para con el cuidado de su nido, pues ante la presencia de un intruso teatraliza la situación echándose, como si estuviera empollando, pero en otro lado, para que el visitante se dirija hacia él. 

El hijo intenta quitarle el libro al padre.

¡Dejáme Abel! (el hijo cae al piso, el padre sigue leyendo) En algunas ocasiones hace vuelos cortos alejándose de su nido con la apariencia de no poder volar bien, como si estuviera herido, repitiéndolo varias veces cada vez más lejos hasta que pase el peligro. 

Silencio.

El padre: Esto vamos a hacer.

El padre enciende la luz del living desde la perilla.

Vas a subir al auto  con los chicos y vas a cruzar el límite, para  cambiar de jurisdicción…estamos a unos pocos kilómetros. Yo me voy a quedar acá para ganar tiempo.

La madre toma al hijo y a la hija y se dispone a salir.

El hijo: Yo me quiero quedar.

El padre abraza fuerte al hijo. La madre se lo arrebata de los brazos y sale llevándoselo, seguida por la hija. El padre queda solo.

El padre:        Parece el final de una película norteamericana que termina bien. La madre con los hijos cruzan la frontera con miedo, esperando que el auto no se rompa, que no suceda ningún imprevisto. Se acaba la persecución, la familia sin el padre llega a un lugar seguro. Pensemos que el final va a ser feliz y yo voy a llegar al lugar donde me espera mi familia, subido a un camión cargado de centeno al cual hice dedo en la ruta. Pensemos que es una mala película norteamericana que termina bien.